Solo se tardan dos horas en llegar desde Budapest hasta Bratislava. La estación de tren es antigua y está en obras, pero el tren que cogemos está muy bien. El paisaje que vamos viendo es muy verde y frondoso hasta llegar a la frontera dónde empieza a cambiar y se acaban los bosques. El tren está lleno de españoles. Detrás de nosotros se sientan unos chicos de Madrid que están haciendo el Interraíl y enfrente hay una pareja con sus dos hijos mayores. Los españoles hablamos muy alto así que nos enteramos de todo.
Hace mucho calor cuando bajamos y creo que en la estación no hay aire acondicionado o está estropeado. Cogemos un autobús para llegar hasta casi el centro. Nos acercamos hasta la orilla del Danubio desde donde se ve un puente que tiene un restaurante circular arriba al que llaman el Ovni porque tiene esa forma.
Los tranvías aquí son de color rojo. Visitamos la catedral de San Martín, que es bastante pequeña. Lo que más me llama la atención son unas figuras de madera que hay encima de algunos bancos y que representan animales haciendo cosas curiosas, como un mono tocando el violín o un zorro leyendo un libro.
Buscamos un sitio para comer porque ya es la hora. Cerca de la catedral hay muchas terracitas que parecen muy agradables. No hay demasiada gente. Aquí se utilizan euros por lo que no tenemos que hacer la conversión para ver si algo es caro o no. Es más barato que Budapest. Los dos pedimos cosas típicas aunque no recuerdo los nombres. Lo de Mario es una especie de pasta de patata parecida a los gnocchi con salsa de queso y beicon y lo mío es queso rebozado con patatas fritas. La cerveza está muy rica y fresca, pero lo mejor es el strudel que me como de postre, que está exquisito. Después de comer damos un paseo por el centro que tiene unas calles muy bonitas y pintorescas. Visitamos la Iglesia Azul que es muy curiosa porque es de color azul celeste y blanco.
Está un poco alejada del centro pero merece la pena visitarla aunque nosotros solo pudimos verla por fuera.
Como en Budapest, aquí también nos cayó una buena tromba de agua durante un rato. Pudimos resguardarnos bajo el toldo de una joyería al lado del Cumil que es una estatua muy curiosa porque representa a un obrero que sale de una alcantarilla y que parece observar a los viandantes. Todo el mundo se hace una foto tocándole la cabeza y por supuesto yo no fui menos.
Hay otras estatuas también muy curiosas repartidas por el centro de la ciudad como la del mendigo llamado Ignacio que siempre iba con traje y sombrero de copa o la del paparazzi. Me resultó curioso también que en algunas plazas había unos arcos que desprendían vapor de agua fresquito para pasar por debajo y refrescarte. Nos pareció una buena idea para traer a Madrid.
Después de deambular por todas las callejuelas ponemos rumbo hacia el Castillo desde donde hay unas preciosas vistas de la ciudad, el Danubio y alrededores y donde está situado el Parlamento eslovaco.
No es nada espectacular pero está muy bien para pasar el día. El último tren de vuelta salía a las 20 horas así que en total estuvimos ocho horas, suficientes para disfrutar de la pequeña ciudad.
6 comentarios:
Precioso viaje y muchas gracias por mostrarnos tan lindas fotos ..espero que lo hayas disfrutado mucho ..
Abrazos !! feliz regreso .
A estas alturas del verano no pensaba hacer yo este viaje, pero gracias a ti he visto lo que no pude ver cuando estuve en Budapest por falta de tieempo.
Muchas gracias.
Esas esculturas te llegan al alma. Inolvidable
Un abrazo
Eres un poco como yo: cuando vas de viaje, te quedas con los pequeños detalles que encuentras a tu paso. Me ha hecho gracia eso de que los españoles nos enteramos de todo por lo alto que hablamos; a veces creo que estamos sordos.
Un abrazo.
Lindo recorrido. Un Abrazo
Gracias por invitarnos a viajar.
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