Para mi relato me he permitido escoger todas las fotografías cambiando el orden del collage inicial para que se corresponda con lo que cuenta la historia. Este es el resultado:
Por
fin había encontrado la oportunidad de demostrarse a sí misma que no necesitaba
a un hombre más que un pez una bicicleta y ya llevaba una semana entera completamente sola en Dublín. El
sonido de su reloj biológico no dejaba de atosigarla con su maternidad: tick
seguido de tock, seguido de tick, seguido de tock....y así hasta el infinito.
Necesitaba pensar y aclarar su mente. Necesitaba ver más allá, no desde la
mirilla de una celda. El instinto era una fuerte corriente de hormonas que
arrasaba con todo lo que pillaba, pero su vida no era solo eso. Primero
necesitaba encontrar su lugar en el mundo, no sentirse un arma nuclear dentro
de un pub o una pantera negra enjaulada en un jardín. Tenía que
compartimentar cada faceta de su vida,
incluso etiquetarla con una puerta de diferente color, priorizar y seguir el
camino hasta adentrarse en el mar de sus ideas.
Lo acababa de decidir, no volvería a
Madrid, al menos durante un tiempo. Tocó el timbre de parada del autobús y el
dedo acusador del cartel de la exposición de tatuajes le dio la razón, tú vales
mucho, le dijo. Bajó enfrente de Funland, entró, visitó su interior y se
entretuvo comprando una postal con una casita de cuento con el techo negro, las
paredes verdes cubiertas de enredadera y una ventana blanca. Las bombillas de colores de la heladería le
parecieron una metáfora de su corazón, aunque fue su estómago el que le
recordó que no había comido desde la
noche anterior. Bajó las escaleras, se sentó en el taburete naranja bajo el
rótulo de "comidas y bebidas", pidió café y tarta de zanahorias, su
más dulce descubrimiento en tierras irlandesas, y escribió: "Querido Luis: no me
esperes". De camino a su destino
echó la postal en el buzón verde pensando en lo anacrónico que resultaban ya
las dos cosas.
Cruzó el arco de la biblioteca Marsh, se
sentó al lado de la ventana y, envuelta en el aroma de los libros viejos que
sería su compañía hasta que acabara su tesis, por fin se sintió libre.
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