domingo, 31 de julio de 2016

CONVOCATORIA PARA EL DÍA 4-8-2016............"UN DÍA EN..."

      Esta foto está hecha por mi hijo Mario Lozano en el puerto de Lisboa (Portugal)

      ¡Tranquilos! ¡Que no cunda el pánico!...
     No os voy a pedir historias sobre barcos fantasmas, ni sobre monstruos marinos o de cualquier tipo, ni de viajes en el tiempo o a otra dimensión...no, esta vez no. Esta vez os voy a pedir algo más agradable, en principio, aunque cada uno lo puede llevar al terreno que quiera...Os voy a pedir simplemente que contéis un día que hayáis pasado en una ciudad, pueblo o lugar que no conocierais antes, es decir, un día de turismo. ¿A que es fácil?...Puede ser real o inventado, a mí me da igual, pero si es real tal vez pueda servirle de guía a alguien en esta época vacacional...El caso es que transcurra desde la mañana hasta la noche.
     ¿Os gusta el tema?...Pues hala...¡A escribir! 
      Ya sabéis las normas, pero si hubiera alguien nuevo puede informarse  pinchando  Aquí

jueves, 28 de julio de 2016

ESTE JUEVES.........................LO QUE EL BALCÓN ESCONDE



   Este jueves nos convoca Mª José Moreno y el tema que ha escogido es el que nos inspire la imagen que introduce estas líneas, que es obra de nuestra compañera Leonor. Si queréis leer todas las historias participantes solo tenéis que pinchar Aquí


   Han pasado los años  y todavía no sé por qué lo hice. Podría decir que fue una fuerza superior lo que me empujó a abandonar la habitación del hotel mientras mi madre, mis tíos y mis primos dormían la siesta, pero no fue eso.  Fue un juego absurdo que  aquel año se acababa de poner de moda. Yo estaba completamente viciado, así que tal vez sí que podría llamarse “fuerza superior”. Consistía en salir a la calle con el móvil a cazar Pokémon a través de la realidad aumentada. Hizo verdadero furor y jugaban tanto chicos de mi edad, como personas adultas. El pueblo costero al que acabábamos de llegar debía de tener muchos, porque la gente deambulaba por las calles con la mirada fija en sus móviles. El pueblo en sí  era muy raro. Al llegar,  estaba  completamente cubierto por una niebla espesa que venía del mar, a pesar de que hasta ese momento lucía un sol espléndido. Eso, sumado a las numerosas mansiones abandonadas, a las calles adoquinadas y al viento frío del mar, le daba un aspecto fantasmagórico que no pude resistir.  
   Cuando después de comer todos cayeron agotados del largo viaje, cogí mi móvil y salí dispuesto a pasarme unos cuantos niveles, a pesar de que mi madre me había advertido de que no saliera solo. Me gusta la aventura, quiero decir, me gustaba la aventura.
    Ahora estoy aquí, preso en una casa que parece en otra dimensión, y ni siquiera sé si estoy vivo…supongo que morí en algún momento que no recuerdo porque no siento mi cuerpo. No puedo moverme, no siento hambre, ni frío, ni dolor físico, aunque sí siento el dolor de ver a mi pobre madre cada vez más vieja, más sucia y con aires de loca, pasar todos los días por esta calle. La veo mirar hacia arriba, hacia el balcón acristalado de la casa abandonada a la que subí detrás del Pokémon.
 Supongo que no quiso abandonar el pueblo,  que me sigue buscando y que intuye algo, porque cada vez que dirige su mirada hacia arriba, las lágrimas le corren por la cara. Yo la miro, y aunque no siento las mías escapar de mis ojos, siento un profundo vacío y una pena terrible e intento transmitirle mi presencia, pero no sé si le llega…solo me queda la esperanza de que así sea hasta el fin de sus días. 

miércoles, 13 de julio de 2016

ESTE JUEVES..........................................."OLVIDOS"



   Este jueves mis musas han decidido irse de veraneo, así que he recordado un relato que publiqué hace tres años en el blog y confiando en que os hayáis olvidado de él, he decidido rescatarlo para este jueves de "olvidos" que convoca Gustavo en su blog y que podréis leer pinchando Aquí 

     Hacía tiempo que tenía lagunas en su memoria, le habían diagnosticado principio de demencia senil. Resultaba muy duro para él que siempre había presumido de su excelente capacidad para recordar momentos, fechas y números de los que nadie más se acordaba. En sus momentos de lucidez, cada vez menos numerosos, intentaba escribir un diario de los acontecimientos de su vida.
   Anotó cuándo y cómo conoció a Isabel, su amada esposa, que lo había abandonado hacía un par de años afectada por un cáncer fulminante. Por deseo del destino no habían tenido hijos, un hecho triste que había ensombrecido su matrimonio hasta el punto de haber sumido a Isabel en una eterna melancolía.
    Había aceptado la invitación de su hermana Luisa, también sola, de irse a vivir con ella a Londres hasta que la enfermedad lo obligara a ingresar en una residencia. Le gustaba pasear por el Puente del Milenio y se pasaba las horas muertas mirando los barcos que surcaban el Támesis. Fue en uno de estos paseos, al observar los candados que los jóvenes colgaban en los cables del puente, donde uno le llamó poderosamente la atención, no por los nombres sino por los dos corazones unidos. Un fogonazo se infiltró con nitidez en su cabeza. La espera en una clínica abortista, la inmensa tristeza y desolación en sus jóvenes rostros, sus manos colocando el candado que sellaría su amor para siempre e impediría que se perdiera en el olvido.
   Ahora lo recordaba, había sido aquel aborto mal practicado en su juventud lo que había impedido a su esposa tener hijos. Un inmenso dolor traspasó su corazón al recordar este hecho que decidió no anotar en el diario, confiando en que permaneciera siempre en el olvido, de donde nunca debió salir.

lunes, 11 de julio de 2016

LA CORREDORA




La lluvia suave, que no para de caer desde hace días, amortigua el ruido de las pisadas en el asfalto de la noche. La ciudad duerme, apenas unas cuantas luces encendidas en algunas ventanas dispersas. El marido de Laura también duerme ayudado por el somnífero que ella disuelve cada noche en las cervezas que le sirve cuando llega a casa, muy poquito en cada una de ellas, para que no lo note. Laura apenas duerme, unas cuantas horas al día le bastan para que su organismo se recupere. En cambio necesita correr, su cuerpo se lo pide para mantener a raya la angustia, el pánico que la atenaza cada día cuando oye la llave en la cerradura.
    El agua fría le empapa el pelo y le resbala por la cara mientras corre con un ritmo lento. La  hace sentirse limpia y le alivia el dolor del golpe que tiene en el pómulo derecho y que al día siguiente le producirá otro morado más que añadir a la lista.
   Al doblar la esquina de la calle Constitución con Parlamento una espesa niebla la sorprende de pronto  y la obliga a bajar el ritmo. La lluvia deja de caer y la blanca humedad la envuelve por completo. Un resplandor lechoso la deslumbra y la hace tropezar con un obstáculo que no consigue identificar cayendo al suelo sobre una sustancia pegajosa que parece miel. Tiene el color y la consistencia de la miel de flores pero no lo es. Desprende un olor a cloaca y podredumbre que llega a su nariz y la inunda por completo. No puede soportarlo. Intenta levantarse pero resbala una y otra vez embadurnándose más de la pegajosa melaza hasta que sus manos consiguen asirse a un pequeño arbolito en el que no había reparado. El árbol es tan delgado que se dobla con el peso de Laura amenazando con partirse, pero poco a poco va afianzando sus pies hasta salir de la dulce trampa. Está desorientada y no consigue distinguir nada. Camina hacia adelante muy despacio con los brazos extendidos hasta que sus manos tocan una pared y  continúa pegada a ella hasta que llega a una esquina. La niebla se disipa tal y como apareció. Reconoce el edificio de correos de la Gran Vía y se siente confusa, está muy lejos de su casa. Comienza a correr de nuevo hacia abajo.  Es la avenida más grande de la ciudad y desemboca en la playa. Mientras corre, va recuperando la serenidad que produce en su mente la liberación de endorfinas. Vuelve a llover pero no con la suficiente intensidad como para desprenderse de la asquerosidad que le emplasta el pelo, la cara,  la ropa y las manos. Se quita el chubasquero, le da la vuelta y se lo pasa por la cara y el pelo intentando arrastrar la pestilente pringosidad pero solo consigue untarse más. Para un momento y se quita también las mallas intentando llevarse con ellas el pringue de las zapatillas.  
   Continúa corriendo pero algo en el ambiente ha cambiado. Ya no llueve, las gotas de agua se han transformado en una especie de pétalos blancos que se disuelven al contacto con su piel caliente. Mira hacia arriba y queda fascinada por el espectáculo.  Es la primera vez que ve nevar. En su país nunca nieva. Los grandes copos caen con suavidad como si fueran pequeñas plumas blancas. Se tumba en el suelo y mira hacia arriba embobada por los blancos tirabuzones que revolotean suspendidos a la luz de las farolas antes de caer al suelo o sobre su cuerpo. Los primeros copos se deshacen al contacto con su piel, pero cada vez son más grandes y se van acumulando encima de ella y a su alrededor. Embobada con el fenómeno no se da cuenta de que la nieve la está cubriendo hasta que comienza a sentir frío, pero ya es tarde. La frialdad se introduce por los poros de su piel y llega a su corazón que va dejando de latir y de bombear sangre a sus miembros entumecidos. La tentación  de dejarse llevar por la sensación embriagadora que la inunda es muy fuerte  pero su impulso por correr lo es más. Correr es toda su vida. Por su mente pasan  imágenes de las carreras en las que participaba en su país, de la euforia después del triunfo, de libertad, de superación, todo lo que dejó atrás por amor a un hombre que ya no sabe en qué se ha convertido. Lucha por superar el letargo en el que está sumiéndose, mueve una pierna y después la otra, se apoya en las manos, se levanta  y se sacude toda la nieve que tiene encima. Tiene los músculos muy fríos y los primeros pasos son tambaleantes pero a los pocos minutos ya ha vuelto a recuperar el ritmo. Todavía le quedan restos de miel en el pelo y en la cara. A lo lejos se divisa el oscuro océano con las lucecitas de los barcos de pescadores. Un suave olor a mar le va llegando hasta su nariz mientras aumenta el ritmo de la carrera. Su corazón ha despertado y bombea la energía a todos sus músculos. Su meta no está lejos.
  Cuando llega a la playa se mete en el agua y se agacha a recoger  la arena del fondo con la que se restriega el pelo, la cara y las manos eliminando por fin la melaza de su piel mientras por el este unos tímidos rayos de sol hacen su aparición.                             




lunes, 4 de julio de 2016

SABER MOVERSE.....................DE JORGE DAVID ALONSO CURIEL





TÍTULO: SABER MOVERSE
AUTOR: JORGE DAVID ALONSO CURIEL
EDITORIAL: ATLANTIS
AÑO DE PUBLICACIÓN: 2016
GÉNERO: RELATOS CORTOS


SOBRE EL AUTOR:
    Jorge David Alonso Curiel (Valladolid) es licenciado en Filología hispánica, escritor y crítico cinematográfico y literario y articulista en distintos  periódicos. Ha publicado la novela breve Las guerras han terminado, el libro de relatos eróticos Tu mejor pecado  y el libro de relatos Yo conocí a un hombre satisfecho, además de numerosos relatos en diversas antologías.

RESUMEN
    “¿Qué hay que hacer para ser feliz y encontrar un poco de equilibrio en esta vida? Los insatisfechos personajes de estos 13 relatos se lo preguntan muchas veces. No solo es que no entienden lo que les rodea, sino que además es probable que sean demasiado sensibles para encontrar su lugar en este mundo. Un hombre que se dedica a robar las historias de los que se van a suicidar en un puente; un niño que no entiende lo que le dice su abuela; una periodista que odia a los escritores o una prostituta que engaña a sus clientes porque es lo que merecen, son algunos de los seres que pueblan este libro que intenta entender eso tan incómodo y fascinante que es la realidad y el sentirse partícipe, aunque no se quiera, de estar vivos. ¿Es verdad que la vida es una broma macabra y dolorosa pero repleta de diversión? Los seres de estos cuentos lo intentan responder. "

OPINIÓN PERSONAL

   Tengo la suerte de haber participado en una antología de relatos de fantasía, ciencia ficción y terror ( KALPA 2015 ) con Jorge David (El perfume de la mala muerte), por lo tanto ya conocía su forma de escribir y ya sabía que me gustaba su estilo. Cuando un escritor escribe bien, suele hacerlo sobre cualquier tema.
     La forma de escribir de Jorge David es ágil, entretenida, con diálogos amenos y con palabras sencillas que te atrapan  suavemente en una corriente de la que es difícil salir. Me gustan mucho los comienzos de casi todas las historias, directos al asunto, sin rodeos ni antecedentes innecesarios, como en  La vida que nos merecemos, una de las pocas historias contadas en tercera persona, que comienza con un hombre subido a un tejado  en el que el narrador (su amigo) vuelve hacia atrás para contarnos cómo ha llegado hasta ahí y hacia delante para contarnos el desenlace. ( " Que te enteres por las imágenes del telediario de que tu mejor amigo se haya encaramado esa misma tarde al tejado del ayuntamiento para tirarse al vacío por todo lo que ha sufrido por una mujer —asunto que conozco con todo detalle— , ya comprenderán que no es lo mejor para acompañar la cena, es así, tienen que entenderme").
  Todas las historias de "Saber moverse" hablan sobre las personas, sobre situaciones emocionales a veces llevadas al absurdo o exageradas, en ocasiones  con un fino y delicado tono de humor,  en las que los protagonistas tienen que adaptarse o "saber moverse" para gestionar el amor, la soledad, el sentimiento de pérdida o las relaciones de pareja. La mayoría están contadas  en primera persona, con un narrador protagonista que parece no fiable pues da la impresión de que se inventa lo que le gustaría que fuera, para poder soportar lo que es, aunque eso no podemos saberlo, como sucede en el caso de Tacones de  invierno, donde en el velatorio del vecino de arriba un hombre conoce a su hija y entre los dos surge el flechazo;  o en De gira,  en el que una madre le cuenta a su hijo, en una carta que no piensa darle, que su padre es un gran ídolo de la música que se encaprichó de ella.
   Me llama la atención la sintonía que tiene el autor con el pensamiento en femenino, o al menos eso es lo que yo he sentido con algunos de los relatos, como el que da título a la antología "Saber moverse" en el que una mujer que acaba de perder a su marido en un accidente, se embarca en un crucero por los fiordos noruegos, momento que aprovecha para escribir un diario en el que reflexiona sobre lo que ha sido su vida y sobre lo que será a partir de este viaje cuando tendrá que aprender a vivir en soledad y desprenderse de la dependencia emocional que sentía hacia su marido. "Miro por el ventanal y el mar está cubierto de niebla. La niebla. Yo no quiero vivir en la niebla".
    En Distintos modos de dar o en Mañana sin tráfico es a través de dinámicos y contundentes diálogos como el autor  nos muestra el deterioro y la incomunicación en las relaciones de pareja. No faltan los relatos con un componente trágico como es la muerte, que llega de diferentes maneras,  para acabar voluntariamente, o no, con el sufrimiento. Es el caso de Gente verdadera, Educar o La calle del portal encendido.

       El libro lo componen trece relatos cortos, ideales, en mi opinión, para llevarte a la playa y leer a la sombrita, entre baño y baño para desconectar entre ellos, aunque tendrás que hacer un enorme  esfuerzo para no encadenar unos con otros y leértelos todos casi de un tirón, que es lo que he hecho yo.