Comida. Solo de pensar en ella se me hace la boca agua. Pero así estoy
siempre, con mi lengua nadando en un mar salado porque la comida me persigue en
cualquier momento del día y de la noche. A veces sueño que las calorías son enanos pequeñitos y gordos
que se agarran a mis caderas y de los que no consigo desprenderme. No puedo
soportar a la gente que nunca tiene
ganas de comer, que siempre está desganada, que se come una aceituna y ya está llena.
Además,
todo lo que me gusta es hipercalórico: patatas fritas, hamburguesas, pizzas,
dulces… Pero hay una cosa por encima de todo que me hace perder el sentido: el
chocolate. Si me dijeran, pide un deseo....yo pediría poder comer todo el chocolate
que quisiera sin engordar. Me gustan todos los tipos y variedades de chocolate
excepto el negro con más de un 70% de cacao puro ¡Puaj! ¡Eso no hay quién se lo
coma! Para mí eso no es chocolate, es directamente un suplicio.
Pero
hay algo que me gusta casi tanto o más que el chocolate: los hombres. Desde que
vi a Charlie supe que tenía que hacerlo
con él. No fue difícil .Soy bastante mona y aunque esté mal decirlo, no tengo
ninguna dificultad en llevarme a un hombre a la cama. Es verdad que tal y como
vienen se van pero bueno, en la variedad está el gusto, igual que con el
chocolate. La primera vez que lo hicimos, después de tomar unas cuantas copas,
fue en su casa. Yo lo prefiero, porque
así, por la mañana, me despierto y me voy, mientras que si lo hiciéramos en mi
casa tendría que estar a expensas de que él quisiera marcharse.
Pero
perdona, que me voy por los cerros de Úbeda y no te cuento lo que de verdad
quería contarte.
Yo
quería probar una cosa nueva y Charlie me pareció el tío perfecto. A él también
le gustaba experimentar en la cama y ya habíamos probado algunas cosas que
ahora no te voy a contar porque no vienen al caso. Un sábado por la noche lo
invité a cenar a mi casa diciéndole que yo me encargaría del postre y que él
trajera algo para picar. Naturalmente
aceptó la invitación.
Un
par de horas antes de la cita comencé a hacer los preparativos. Degustar el
chocolate consiste en experimentar, analizar y apreciar sus características con
los cinco sentidos. Es importante recordar que la temperatura y humedad del
ambiente pueden repercutir en la degustación. Esta idea básica que aprendí en
un curso de coberturas de chocolate estaba presente en mi cabeza en todo
momento. Era verano y hacía un calor espantoso, así que lo primero que hice fue
poner el termostato del aire acondicionado a 21 grados. Coloqué tres cacerolas
en el fuego, cada una con un bol al baño maría y empecé a derretir las tres
variedades de chocolate que iba a utilizar. Puse el fuego al mínimo para mantenerlos a una temperatura constante hasta
el momento de ser utilizados. Después me duché, me puse ropa interior sexi y un
vestidito negro que me quedaba muy bien. Charlie, que por cierto no se llamaba
así, llegó puntual con una bandeja de sushi y una botella de Monte Blanco de
Ramón Bilbao. Yo no sé si este vino era el adecuado para el sushi pero a mí la
combinación me gustó bastante. Nunca había comido sushi y me resultó muy
divertido intentar comerlo con los palillos sin que se cayera. Charlie me lo
daba a mí y yo a él, aunque creo que en Japón esto está muy mal visto. A mí me
parecía muy insinuante ver como abría su preciosa boca para aceptar el bocado y
yo lo dejaba caer justo antes de que tocara sus labios. Nos reímos mucho.
Cuando terminamos lo llevé a la habitación y le dije que el postre había que
tomarlo allí. Rápidamente me desabrochó el
vestido que cayó a mis pies, pero no lo dejé continuar. En ese momento él ya
estaba bastante excitado pero le hice prometer que se dejaría hacer. Lo desnudé
despacio mientras notaba cómo su excitación aumentaba a medida que iba quitándole
la ropa. Yo lo llamaba Charlie porque se me parecía a Johnny Depp en la película
de la fábrica de chocolate, aunque sin ese pelo claro, bueno, ya sé que Johnny
Depp no es Charlie pero da igual. Mi mente a veces hace extrañas asociaciones.
Te lo digo para que trates de imaginarte
cómo era. Estaba depilado completamente. Yo también estaba excitada pero
por otros motivos. Por fin iba a conseguir degustar los seis sabores mezclados
a mi gusto. No puedo decir en mi defensa que no estuviera premeditado. Hacía
mucho tiempo que deseaba hacerlo.
Lo
hice tumbar en la cama encima de una toalla blanca que había colocado
previamente. Le vendé los ojos, le até las
muñecas con una cuerda a los barrotes de la cama y fui a la cocina a por el
chocolate. Parecía estar a la temperatura adecuada. Puse los tres recipientes
en el carrito junto con los instrumentos necesarios para llevar a cabo el
experimento. Mientras lo llevaba hacia la habitación el aroma de los chocolates
inundaba todo el recorrido.
Yo ya
había probado el sabor del sudor de Charlie, tenía una ligera acidez con sabor
a limón. Por eso decidí combinarlo con el sabor del chocolate con leche.
Diminutas gotitas de sudor cubrían su piel cuando muy despacio comencé a
derramar el chocolate primero en su ombligo para después continuar haciendo círculos
a su alrededor en una línea fina. Acerqué
mi lengua al final e hice el recorrido
inverso lamiendo el chocolate mezclado con el sudor que le daba el puntito
justo de acidez al extremo dulzor del chocolate. Mientras tanto Charlie chupaba
los dedos mojados en chocolate que yo le metía en la boca. Claramente estaba
disfrutando pues su miembro iba
aumentando por momentos.
Cogí entonces
una brocha que tenía en el carrito y la introduje en el bol del chocolate
negro. Una gota cayó en la blanca toalla cuando llevé la brocha hasta su pubis
y lentamente fui pintando con una capa espesa de chocolate todos sus genitales,
extendiéndola hasta casi el ombligo. El simple movimiento de la brocha
impregnada del espeso líquido parecía producir en Charlie un placer inmenso a
juzgar por sus palabras y gemidos que ya te puedes imaginar. Sin utilizar las
manos porque no quería manchármelas, le hice una felación chupando el chocolate
con ansiedad hasta que Charlie se dejó ir. El semen de Charlie tiene un sabor
dulce, creo que eso depende mucho de la alimentación de cada hombre, y las
gotas cayeron encima del chocolate negro formando un cuadro abstracto
maravilloso al que titulé: blanco sobre negro. Después mezclé en mi boca el
sabor dulce y el amargo chupando de nuevo todo el chocolate del abdomen de
Charlie. La combinación era sublime. Con la boca y la cara manchadas de negro
me acerqué a Charlie y nos besamos con pasión
durante un rato. Ahora viene lo mejor, le susurré muy excitada, el chocolate blanco es mi
preferido. Con una brocha nueva, pinté a Charlie con el espeso líquido blanco
desde el pecho hasta el cuello donde busqué el palpitar de su yugular con mis
labios y le hice un pequeño corte con el
afilado cúter que llevaba en la otra mano. Charlie creyó que lo había mordido y
dejó escapar un gritito de dolor. La sangre, roja, empezó a brotar y a caer en
un pequeño reguero sobre el chocolate
blanco. La visión era hipnotizante. Antes de apreciar su sabor, me llegó el
aroma a óxido que tanto me gustaba y cuando por fin saboreé la mezcla del dulce
extremo con el sabor acre y salado de la sangre supe que ya no podría dejar de
hacerlo. Entonces Charlie empezó a gritar y a moverse como un loco. Tuve que
callarlo.
Por eso estoy aquí, por mezclar
sabores.