Haciendo limpieza de mi blog, me he encontrado con este relato publicado en el blog Letra Digital de Uruguay dentro de la iniciativa "Octubre en LDU". Este blog lleva inactivo mucho tiempo y no quisiera perder mi relato, por lo que he decidido publicarlo aquí.
MISTERIOS
DOLOROSOS
Una mujer vestida de negro y una niña están
sentadas alrededor de una mesa camilla. La mujer va pasando las cuentas de un
rosario a la vez que recita los misterios y reza el avemaría. La niña, que
tiene siete años, contesta distraída. Tiene las piernas tapadas con las
faldillas para recibir el calor del brasero de cisco. Se oye silbar el viento
afuera y las persianas chocan contra la ventana produciendo un ruido monótono y
sordo. Una bombilla en el techo proyecta una luz mortecina sobre las dos
mujeres.
La niña, absorta en sus pensamientos, deja
de rezar. La mujer, que es su abuela, la increpa airada.
―¡No dejes de rezar, que te está tentando el
diablo!
La niña, horrorizada, levanta las piernas y
las sube al sillón mientras pega un grito y empieza a llorar.
―¡No quiero que me toque! ¡Me he portado
bien! ¡Me he portado bien!
―Deja de llorar― le dice la abuela―. Si
sigues rezando el diablo se marchará y te dejará tranquila. No te distraigas y
sigue rezando. El diablo está siempre pendiente de nuestras debilidades por eso
nunca debemos bajar la guardia ¿lo entiendes?
―Sí, contesta mientras se limpia las
lágrimas con las manos.
Cuando acaban de rezar, la abuela le prepara
la cena consistente en una tortilla francesa y un cola-cao con galletas. En la
televisión, en blanco y negro, están dando el parte pero al terminar empezará
una película. La niña reza mentalmente para que la película tenga un solo rombo
y su abuela la deje quedarse levantada un ratito más. Cuando los dos rombos que
aparecen en la esquina superior de la pantalla indican que es para mayores de
dieciocho años, la abuela mira a la niña y le dice:
―Venga Inesita, a la cama.
Inés sabe que es inútil intentar convencer a
su abuela así que se pone el pijama que previamente ha calentado junto al
brasero. Duerme en la misma habitación que su tío Enrique que está siempre en
la cama desde que tuvo el accidente y casi no se puede mover. Habla un poco
pero no se le entiende nada y un hilo de baba le cuelga de forma continua del
labio de abajo porque no puede cerrar bien la boca. A veces, un vecino viene a
ayudar a la abuela a levantarlo hasta el sillón de la cocina para que vea un
poco la tele. Ahora está dormido.
Después de rezar un padrenuestro, dos
avemarías y el “cuatro esquinitas tiene mi cama...”Inés se mete en la cama y se
tapa con las mantas hasta la barbilla. La abuela apaga la luz y le dice:
―Recuerda, si el demonio te tienta y te hace
tener malos pensamientos ponte a rezar agarrando fuerte el crucifijo y se irá. Es
un crucifijo de plata que alguien le ha traído de Roma, bendecido por el Papa.
Sirve también como abrecartas, pues acababa en una punta que se encaja en una
piedra, simulando el monte donde crucificaron a Jesús. La niña se ha empeñado
en que fuera ese y no otro el que le diera para meterlo debajo de la almohada.
Es demasiado grande pero le gusta porque brilla mucho.
Inés se despierta en medio de la noche y
nota algo que se va acercando a su lado como la otra vez. Aterrorizada, empieza
a rezar la letanía a la virgen: “Santa
Virgen de las vírgenes, madre purísima, madre castísima, madre virginal, espejo
de justicia, trono de sabiduría...” no quiere abrir los ojos para no ver la
cara del diablo, porque está segura de que es él que viene a tentarla de nuevo.
“Rosa mística, torre de David, torre de
marfil, casa de oro, arca de la
alianza...”Nota una respiración en su oreja y algo duro entre sus nalgas a
la vez que una mano le toca ahí abajo. La niña sigue rezando con los ojos bien
apretados y se hace un ovillo pero el diablo sigue ahí, tentándola. “Madre amable, madre admirable, madre del
buen consejo, madre del creador, madre del salvador...”.Siente un líquido
que se escurre por su oreja y una respiración
entrecortada a la vez que un olor fétido le llega a la nariz. De pronto
se acuerda del crucifijo que está debajo de la almohada, mete la mano y la
mueve hasta que lo encuentra, lo coge y haciendo un gran esfuerzo lo clava en
lo que quiera que sea lo que tiene encima de su oreja a la vez que pega un
grito.
La luz se enciende de repente. La abuela aparece en camisón y se queda paralizada
en la puerta al contemplar a su hijo, con el crucifijo clavado en el cuello, encima de su nieta.
6 comentarios:
¡Qué locura! Me he sentido aterrada junto a la niña hasta el final.
Me ha gustado mucho el relato.
¡Un abrazo!
Terrible. Un relato muy bien escrito con un "climax" que, aunque predecible, no deja de conmoverte hasta el final, para saber de su desenlace.
Besos.
Lástima que ese blog quedó inactivo sin motivo, desde febrero. Y no dejó sin el terror de octubre.
Bien por recuperar tu texto.
Y al final el crucifijo sirvió para terminar con algo maligno.
Un abrazo.
Ha sido buena idea rescatar este relato donde los dos rombos de la película se trasladan a la vida real. Cuántas tragedias de este tipo habrá silenciadas por ahí.
Un abrazo.
Espantoso, terrible y real. Te felicito por tu relato; no sólo está bien escrito, o descrito, también nos sirve para recordar que, con frecuencia, los monstruos duermen a dos pasos de nosotros, o a dos plantas, o a medio metro de muro. Va siendo hora de romper tabúes para proteger a quienes no se pueden proteger.
Un abrazo.
Dios mío qué espeluznante. Aunque a decir verdad me daba algo más de miedo el extremismo de la abuela.
Pero qué final...
Un beso Charo
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