lunes, 30 de diciembre de 2013

EL AS DE PICAS



     Iván se encontró con su antigua vida el día que fue a recoger a su hija de cinco años al colegio. Mientras esperaba en la puerta, un hombre alto y corpulento salió de un mercedes negro aparcado a unos 50 metros en doble fila, lo miró y le hizo una mueca parecida a una sonrisa. Era Vladimir. El primer mensaje era que lo habían encontrado, más tarde vendrían los demás.
  Un par de semanas después su hija llegó del parque entusiasmada diciendo que había encontrado un  tesoro en la arena. El color abandonó la cara de Iván  cuando vio lo que era, una ficha de póker del casino de Montecarlo con el fondo blanco, el círculo azul característico y un as de picas en el centro. La niña solo sabía decir que lo había encontrado al lado de un banco donde estaba sentado un señor con bigote vestido de negro. El señor no le había dicho nada, solo la había mirado y le había sonreído. Iván sabía lo que significaba eso, querían que pagara su deuda. No les bastaba con haberle pegado una paliza que lo había dejado cinco meses en el hospital con las dos piernas fracturadas por varios sitios y la cara surcada por una enorme cicatriz desde el ojo hasta la comisura de la boca. No les bastaba con haberle hecho abandonar su país hasta refugiarse en un pueblo de la provincia de Madrid adonde pensaba que no llegarían sus tentáculos. Ahora querían destrozarle también lo que más quería en el mundo, lo único que le había hecho abandonar una vida siempre al borde del abismo, marcada por el juego y las deudas: su esposa, a la que no le había contado nada de su antigua vida y su hija, a la que adoraba por encima de todas las cosas.
   La confirmación le llegó pocos días después en un sobre que un mensajero le había dejado a su secretaria en la pequeña empresa que dirigía. Era una fotografía de su mujer y su hija en el jardín de su casa. Por detrás, escrito a mano con mayúsculas: “AHORA EL DOBLE”.
   Consiguió reunir la cuarta parte de la deuda comprometiéndose a pagar el resto en unas semanas, pero la suerte lo había abandonado. El plazo terminaba y no conseguía reunir el dinero. Esa noche  era su última oportunidad. A través de un antiguo contacto había conseguido que lo admitieran en una partida de cash en la que se jugarían grandes cantidades de dinero.
     Iván estaba en racha, la suerte había vuelto a sonreírle como en sus mejores tiempos. Cuando consiguió la cantidad suficiente para pagar la deuda se levantó de la mesa y se fue a casa con el dinero. Al día siguiente se lo entregaría a Vladimir y volvería a su vida de antes de que el pasado reapareciera, una vida feliz, acomodada y tranquila con su mujer y su hija.
   Una alarma se activó en su cerebro cuando llegó a casa y vio las luces de la habitación encendidas y la  puerta de la calle abierta. Rápidamente subió las escaleras hasta su habitación. El espectáculo le heló la sangre. Su mujer y su hija estaban tumbadas en la cama, en un gran charco de  sangre, cada una con un agujero de bala en la frente. En la mano abierta de su hija estaba la ficha con el as de picas. Ni siquiera pudo gritar, dejó el maletín con el dinero en el suelo y se dirigió a la caja fuerte situada detrás de una reproducción de Los Girasoles de Van Gogh, con manos temblorosas marcó la combinación, la abrió y sacó el revolver que guardaba allí. Estaba cargado. Se tumbó en la cama al lado de su hija y se disparó en la sien. Murió en el acto.
   La policía determinó que el hombre había matado a su familia mientras dormía y después se había suicidado. Un caso de tantos, aunque quedara sin explicación el hecho  de que esa misma noche el asesino hubiera ganado en el casino 600.000 euros que no fueron encontrados. El caso fue cerrado y archivado.


7 comentarios:

Tracy dijo...

Un relato magnífico que nos hace pensar que no es tan fácil determinar como sucedió alguno de esos crímenes que vemos en los diarios.

Gaby* dijo...

Saladoo! Cuando uno se enreda en estos asuntos de juego,las deudas y las mafias que hay detrás de todo esto, son terribles, no se perdona nada. La cuestión, es que me ha dado escalofríos leerte -tal me he metido en la historia- cosa que es todo un logro dada la altísima temperatura que reina por aquí. Has sellado el año con un estupendo (y escalofriante) relato amiga!
Besos, y a seguir leyéndonos y acompañándonos en este próximo 2014!
Gaby*

Juan Carlos Celorio dijo...

Bueno, vaya ritmo trepidante que tiene este cuento, para llegar a ese final tan triste. Te ha quedado estupendo.
Besos y feliz año.

Alberto V. dijo...

Buen relato Charo, para mi gusto tal vez demasiado violento pero es bueno. Creo que le falta "adornarlo" un poco para que sea más visual, pero sólo es una observación personal.

Que tengas una buena salida y entrada de año nuevo!!

Alberto.

Máximo Cano dijo...

Un relato duro, que pone la piel de gallina. Las deudas cuando no se pueden pagar se transforman en amenazas y te siguen hasta el final... pero ¿quien fue el jeta que se quedó con los 600.000€ ? Un mafioso ? ¿Un policía ? ¿Un periodista?
Saludos.

JACC dijo...

Buen comienzo para una novela negra. Saludos

cocolis dijo...

Me encanta, aunque cuando leo tus relatos me dan ganas de reescribirlos y añadir cosas, pensamientos, colores, lugares, personas, descripciones, sentimientos, mil detalles e incluso continuarlos.
En este caso no es que vaya a continuarlo, pero quiero decirle a Máximo, que no creo que ya lo vaya a leer, que no tiene porqué haber "jeta" y que el dinero al fin se encontró y lo recibió su hermano, a quién le vino de perlas porque estaba a punto de comprarse un Avia para dedicarse como autónomo a repartir Vinos Savin y decidió que iba a montar una empresa de publicidad para él y una agencia de modelos para su esposa, que había desfilado unas cuantas veces con éxito hasta que se quedó embarazada y no la volvieron a contratar. Y fueron felices y tuvieron tres niños y un ¡puto perro!