Este jueves es Mónica, del blog Neogéminis, la encargada de llevar la convocatoria y nos ha dado a escoger entre una serie de “frases inmortales” para que escojamos una que nos inspire y sobre ella escribamos nuestro relato.
Yo he escogido esta de Gabriel García Márquez: “ En realidad no le importaba la muerte, sino la vida, y por eso la sensación que experimentó cuando pronunciaron la sentencia no fue una sensación de miedo , sino de nostalgia”
Para leer todos los relatos participantes, solo tenéis que pinchar AQUÍ.
Yo he escogido esta de Gabriel García Márquez: “ En realidad no le importaba la muerte, sino la vida, y por eso la sensación que experimentó cuando pronunciaron la sentencia no fue una sensación de miedo , sino de nostalgia”
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Uno a uno, los miembros del jurado salieron por la puerta que estaba a su derecha y fueron ocupando los sitios que le correspondían. La mayoría no le había mirado a los ojos en ningún momento de la celebración del juicio, pero con alguno se había cruzado alguna mirada que no había sabido interpretar, aunque había atisbado algún ápice de comprensión. Ser negro y que todos los miembros del jurado fueran blancos no jugaba a su favor. Se preguntaba si algún hombre de los que estaba allí se habría planteado qué hubiera hecho él de haberse encontrado en su situación. En realidad no le importaba la muerte, sino la vida, y por eso la sensación que experimentó cuando pronunciaron la sentencia no fue una sensación de miedo, sino de nostalgia. Nostalgia por no poder vivir de nuevo las tardes que había pasado con su hija remando en el lago, por no volver a escuchar su risa o incluso por no volver a sufrir sus enfados, que nunca duraban más de unas cuántas horas porque ninguno de los dos podía mantenerlo. Nostalgia de no volver a tomarse un helado mientras paseaban hablando de todo, de todos los viajes que querían hacer, de todos los libros que quería leer, de todos los chicos a los que quería conocer.
Desde aquella trágica madrugada en la que la policía había llamado a su puerta para decirle que su hija había sido asesinada, no había pensado en otra cosa que en buscar y acabar con el ser vil y despreciable que lo había hecho. No se sentía orgulloso de ello, pero no hubiera podido vivir sabiendo que él seguía vivo y su hija no. Por eso cuando la sentencia de muerte fue pronunciada no sintió otra cosa sino alivio.