Vilma no cree en hechizos ni
brujerías, sin embargo tiene una gran habilidad para saber lo que la gente
quiere oír y convencerla de lo que ella dice. Por eso, ha adquirido a través de
internet algunos conocimientos sobre ocultismo y tarot y ha puesto una pequeña
consulta en el cuarto de la plancha de su casa, que ha decorado con los objetos
más extraños y diversos. Hasta ahora le ha ido bien.
Son las cinco y su cita acaba de llamar a la puerta. Vilma se sorprende
al ver a una mujer morena, muy guapa y de aspecto exótico. Cuando pasa al
cuartito, le pide llorando un conjuro para que la amante de su marido se vuelva
tan repulsiva que él la abandone. Vilma le dice que vuelva la primera noche de
luna llena con un pelo de la chica, unas gotas de semen de su marido y un
frasquito de su propia orina recogida ese mismo día por la mañana. Se lo ha
inventado todo, pero observa satisfecha que la mujer le presta mucha atención y
parece confiar en ella.
Cuando llega el día, Vilma recita el conjuro, que ha sacado de internet,
a la luz de cuatro velas negras mientras mezcla los ingredientes, los guarda en
un pequeño frasco y se los entrega a la mujer diciéndole que en menos de un mes
hará su efecto.
A la mañana siguiente, Vilma se mira en el espejo y se ve una pequeña
pústula rezumante de pus en la barbilla. A medida que van pasando los días, la
cara y el cuerpo de Vilma se van llenando de llagas, ulceras y abscesos sin que
los médicos puedan hacer nada por ella.
Aún no ha pasado un mes cuando Vilma, con el cuerpo supurante y la cara
completamente deformada, muere entre fiebres y delirios mientras la belleza
morena que atendió en su consulta, retoza feliz en la cama con su marido.