Este jueves vamos a contar travesuras en el blog MOLÍ DEL CANYER y aquí os dejo mi relato basado en una historia real.
10
de Agosto de 1977
No entiendo por qué mi madre se ha enfadado
tanto conmigo, la verdad. Me ha castigado una semana entera sin ver la
televisión. Es el peor castigo que me podía poner porque me voy a perder “Espacio: 1999”, mi serie favorita. Y
tampoco creo que sea para tanto, después de todo, ni se ha muerto nadie ni
nadie ha resultado herido. Ya sé que la desobedecí, porque me había dicho
muchas veces que no se me ocurriera ir a pescar al río yo solo, que era
peligroso, pero el caso es que ningún adulto estaba disponible y aunque lo
estuvieran, tampoco habrían querido acompañarme, porque desde que mi primo se
ahogó el año pasado, todos han perdido el interés por la pesca. El caso es que
tampoco fui yo solo, pero no creo que Felipe pueda considerarse adulto, pues
tiene solo un año más que yo, que tengo once.
Lo peor no fue solo que fuera a pescar,
cosa de la que no se hubiera enterado si no hubiera sido por lo que pasó
después, sino que también desobedecí su orden de no meter animales en casa y es
que desde que un lagarto que traje una vez le mordió en la nariz a mi hermana
pequeña, nunca más he podido traer bichos. Cuando volví de pescar, ella estaba
preparando la cena y para que no supiera de donde venía, corrí a mi habitación,
escondí la bolsa de deporte donde llevaba la nutriaca (que por si alguien no lo sabe, son los
gusanos para los peces) debajo de la cama y me olvidé por completo de ella.
Al cabo de diez o quince días empezaron a aparecer
algunas moscas grandes y verdes por la casa. Mi madre estaba muy mosqueada (ja,
ja, de “mosca” “mosqueada”) pensando si habría un ratón muerto o algo así por
algún rincón escondido de la casa, pero por más que buscaba no encontraba nada.
A mí se me había olvidado por completo que tenía la bolsa de deporte, que debía
de estar un poco abierta, debajo de la cama, (tengo tantas cosas en qué pensar)
además yo procuraba tener la habitación ordenada para que mi madre no tuviera
que entrar. Pero al final, tuvo que hacer limpieza general y eso fue lo que
hizo que se descubriera el pastel, y de qué manera.
Cuando mi madre metió la escoba y movió la
bolsa de deporte donde estaban los gusanos dentro de otra bolsa de plástico, se
ve que esta se rompió del todo y todas las moscardas (debían de ser como unas
cien) salieron zumbando en bandada topándose con lo primero que encontraron que fue mi
madre, que casi se muere de la impresión. Salió corriendo y dando voces hasta
el salón donde estaba mi padre que se hizo cargo de la situación.
Lo demás ya lo sabéis, castigado en mi
habitación sin ver la tele hasta el domingo. Menos mal que estoy entretenido
con los dos alacranes que cacé el otro día en el descampado del depósito del
agua.