domingo, 7 de enero de 2018

EL PALITO GRIS



    Hoy, que en Aranjuez han caído los primeros copos de este año, me ha venido a la memoria este relato que escribí hace tiempo y que todavía no había publicado en el blog.

                                                         EL PALITO GRIS

     Grandes  copos de nieve van cayendo silenciosos sobre el cristal, donde permanecen un breve instante hasta que son retirados por el limpiaparabrisas. Blanca está entrando al pueblo por la "cuesta la varga", la entrada principal, pues se imagina que la otra, con la nevada, estará impracticable. Tendrá que recorrer todo el pueblo para llegar a la casa de su madre. Hace diez años que no viene, pero el tiempo parece haberse detenido en este rincón castellano. A su izquierda, las pozas donde las mujeres venían a lavar la ropa y de paso a enterarse de los últimos cotilleos del pueblo. Un poco más adelante, a la derecha, se abre el camino que lleva al cementerio donde  su madre venía todos los días a ver a su padre desde que murió. Debería girar a la izquierda, pero en lugar de eso siente la llamada de la iglesia y sigue recto. Hace muchos años que no pisa una, desde que se fue del pueblo. Casi sin darse cuenta se encuentra parada enfrente del gran portalón. Empuja pensando que encontrará resistencia pero la puerta se abre silenciosa. Avanza unos pasos y separa los grandes y pesados cortinajes rojos que separan el porche del interior. Un olor a incienso le hace recordar su niñez. Dirige su mano hacia la pila de agua bendita para mojar sus dedos y persignarse pero la retira como si le quemase cuando toca la fría piedra. La imagen de Santa Águeda, patrona del pueblo, le da la bienvenida ofreciéndole sus pechos cortados en una bandeja. San Sebastián la saluda también con el cuerpo atravesado por multitud de flechas clavadas en su cuerpo casi desnudo. No se oye a nadie. Los tacones de sus botas resuenan en el suelo de madera mientras se dirige hacia el altar. Desafiante, mira hacia el cristo crucificado que lo preside y sin arrodillarse, como hacía cuando era pequeña, continúa hasta la sacristía. El cuarto apenas ha cambiado después de tantos años, hay un mueble lleno de cajones que va de una pared a la otra. Enfrente, dos bancos de madera sin respaldo, los mismos que cuando ella iba allí.
    Blanquita está sentada entre su amiga Montse y su amiga Chus. Están en la hora de la catequesis porque este año tomarán la primera comunión. Don Felipe está hablando del octavo mandamiento. No robarás. Está citando un pasaje de la Biblia "vuestro oro y plata están enmohecidos; y su moho testificará contra vosotros, y devorará del todo vuestras carnes como fuego". Blanquita no entiende nada pero se imagina la carne comida por el fuego y siente miedo. Esa visión de las llamas le impide pensar en nada más hasta que Chus le pega un codazo en el costado. Don Felipe continua diciendo: “no es necesario que sea algo de mucho valor, el robo es pecado aunque sea de una cosa insignificante, y no vale con confesarse para ser perdonado, es necesario devolver siempre lo que se ha robado..." Blanquita piensa entonces en aquel día en que fueron a jugar a los "juegos reunidos" a casa de Merceditas. Había un juego que se jugaba con unos palitos del tamaño de un palillo de dientes, de color gris. Merceditas tenía muchos, y sin que se diera cuenta, Blanquita se guardó uno en el bolsillo del pantalón y se lo llevó a su casa. Ahora no puede pensar en otra cosa. Tiene que devolver el palito y luego confesarse, si no no podrá tomar la comunión y además irá de cabeza al infierno. Cuando salen de la catequesis Blanquita va directa a su casa. Le pregunta a su madre si cuando lavó el pantalón encontró algo en sus bolsillos. Ante su negativa, Blanquita va al cuarto donde está la pila de lavar y mira bien por todos los rincones. El palito no aparece.
   Blanca vuelve de nuevo sobre sus pasos y se dirige a la salida. Santa Brígida y San Blas la miran ahora. En la capilla que hay a su derecha está el confesionario. Una imagen descascarillada de la virgen la preside. Allí está Blanquita, arrodillada y llorando ante la rejilla. Dentro está Don Felipe. La niña, muy angustiada, ha ido a buscarlo al bar donde jugaba la partida. Don Felipe le ha dicho que lo espere en la iglesia, que irá enseguida. La niña respira aliviada y hace lo que le dice.
   La iglesia está vacía y Don Felipe ha cerrado por dentro para que nadie los moleste, dice. Blanquita le cuenta entre sollozos lo del palito: que no era su intención pero que ahora no lo encuentra y además Merceditas se ha ido con sus tíos a Francia y ya no tendrá manera de devolvérselo, aunque lo encuentre, y ahora no podrá tomar la comunión y su madre se enfadará mucho y además cuando se muera irá al infierno. Don Felipe le dice que no se preocupe, que hay otra manera de solucionarlo pero que no debe contárselo a nadie, porque él la cree y la va a ayudar. Blanquita respira aliviada y hace lo que le dice Don Felipe que para eso es cura y sabe perdonar los pecados. Rodea el confesionario, abre la puerta, entra, se arrodilla y hace todo lo que le dice Don Felipe hasta que al final le da la absolución.
    Blanca sale corriendo de la iglesia, se mete en el coche y se dirige a casa de su madre. La nieve continúa cayendo silenciosa y nadie la ve. Cuanto antes empiece, antes acabará de recoger las cosas que tengan algún valor y se volverá a la ciudad. La casa ya está vendida.
    Al abrir la puerta de la habitación de su madre, sus ojos se dirigen a la foto de comunión que hay encima de la cómoda. Blanquita está con sus amigas, todas vestidas de blanco, todas con un velo y con un rosario en las manos. Todas sonríen, excepto ella que tiene la mirada triste.


                                                                                                                               

12 comentarios:

Anónimo dijo...

Triste, doloroso, terrible. La confianza es un arma poderosa de la que se abusa con frecuencia. Es un buen relato.
Feliz año, Charo.

Campirela_ dijo...

Buenas noches Charo primero feliz Año te deseo .
Tremendo relato el que nos has contado , la verdad que fuerte me parece que todo lo que él conlleva , no sé dan cuenta que no solo rompen la inocencia de una niña sino que la marcan para siempre ..donde esta la fe de esos sacerdotes y sobre todo , que castigo hay para él.
Muy bueno me gusto ..aunque por supuesto no el contenido sino como lo has escrito .
Un fuerte abrazo y feliz semana.

El Demiurgo de Hurlingham dijo...

Tremendo relato, claro que bien escrito.
Y por una inocente falta, una travesura, cayó en la trampa de un pederasta.

Un abrazo.

Sylvia dijo...

Ay qué angustia me dan estas cosas... la confianza es tan frágil...
Bss

Charo dijo...

Sobre todo si esa confianza es la de un niño indefenso.
Gracias Esther!
Feliz año para ti también!

Charo dijo...

Gracias Campirela, feliz año para ti también!
Es terrible que alguien abuse de ti, pero es más grave aún que lo haga alguien en quien confías. Como dices, eso marca para toda la vida!
Un beso

Charo dijo...

Gracias Demiurgo. Los pederastas actúan así, aprovechándose de la inocencia y la debilidad de los pobres niños.
No puede haber perdón para ellos.
Un beso

Charo dijo...

Es verdad Silvia, es angustioso que estás cosas hayan ocurrido y ocurran todavía.
Gracias por leer y comentar.
Un beso

Anónimo dijo...

Cuántas veces se habrá repetido esta depravación delante mismo de todos los Santos?
Qué buen relato Charo, cargado de imágenes familiares.
Nauthiz

José Antonio López Rastoll dijo...

Qué finura para un acto tan abominable. Creo que son un acierto esos flashbacks tan reconocibles gracias al cambio de nombre (Blanquita). La narración en presente hace que parezca que está ocurriendo ahora. Mi más sincera enhorabuena.

Un abrazo.

Charo dijo...

Gracias Nauthiz! Efectivamente, tú y yo sabemos lo que hay de verdad en este relato.
Un beso

Charo dijo...

Muchas gracias José Antonio! Sabes que valoro muchísimo tu opinión así que me alegro doblemente de que te haya gustado. Es un relato inspirado en mi infancia. Aunque el abuso no es real las imágenes de la iglesia y la enseñanza sobre el pecado sí lo es.
Un abrazo