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domingo, 27 de octubre de 2013

MASCARILLA AL HUEVO




   El despertador suena a las 7:00 de la mañana. Horacio  le da un manotazo y se da la vuelta en la cama. Hoy no voy a trabajar, piensa, y se vuelve a dormir.
   El sol entra a raudales por la ventana cuando se despierta de nuevo. Se despereza y permanece en la cama diez minutos más, quince, veinte. Por fin se levanta y se dirige al baño, el espejo le devuelve una imagen que no le gusta. Las ojeras le llegan a la mitad de la cara, una cara pálida y demacrada, con arrugas profundas. Parece un cadáver. En la ducha, deja que el agua corra sobre su cuerpo durante un rato que otros días no se puede permitir. Se toma un café solo con un cruasán y baja al garaje. Sale con el coche sin rumbo fijo pero se acuerda de la reserva natural que hay cerca de la ciudad que todavía no conoce y se dirige hacia allí. Aparca el coche a la entrada, aunque no hay demasiado espacio está vacío. Desde donde está se ve la laguna y un estrecho sendero que discurre entre los juncos y el carrizo. Hay algo a lo lejos que no distingue bien, el sol lo deslumbra y ha olvidado las gafas de sol. Comienza a caminar despacio, disfrutando del paseo. El zumbido de los insectos y el canto de los grillos es lo único que altera el silencio. Diversos olores que no sabe identificar le llegan a la nariz, olores a flores, a campo. Inspira profundamente y suelta el aire muy despacio. Está solo. La extraña construcción que veía a lo lejos se va acercando, ¿será una caseta para observar las aves? Tiene forma de huevo,  piensa. Desde luego no es normal, parece un huevo de codorniz gigantesco. La curiosidad le hace acelerar el paso y a medida que se acerca se convence más de que efectivamente es un huevo. Así debían  de ser  los huevos de dinosaurio, se dice. El huevo está situado en medio del camino, un poco hundido en la tierra, tendría que rodearlo para continuar pero la vegetación es espesa a su alrededor. Hay cardos más altos que él. Tal vez pueda moverlo. Se acerca a él, lo toca, tiene el mismo tacto que un huevo de codorniz normal. Acerca el oído para ver si escucha algún ruido en el interior. Nada. Extiende los brazos y se pega a él intentando abarcarlo, pero es imposible, es como dos veces su altura  y sus brazos extendidos no alcanzan la mitad de su diámetro. Lo empuja fuerte para ver si puede moverlo. Nada. Una fuerza succionadora lo atrae de pronto contra la cáscara. El corazón le da un vuelco. Intenta separarse de él pero es imposible, está como pegado, adherido a él, abierto de brazos y piernas mientras los segundos pasan. Qué situación más ridícula, piensa, si no fuera tan dramática me resultaría divertida. Ya se imagina el titular de los periódicos:” un hombre de 50 años muere absorbido por un huevo de codorniz gigante”. Antes de que el terror se apodere de él una descarga eléctrica recorre su cuerpo que sale disparado hacia atrás varios metros. El aire huele a ozono. Tumbado en el suelo sin poder reaccionar observa como el huevo empieza a resquebrajarse, se abre y una sustancia gelatinosa cae como una cascada sobre él. Se ahoga. No puede respirar. Intenta levantarse pero resbala una y otra vez. No puede darse la vuelta y patalea como una cucaracha panza arriba. El pánico se apodera de él, ¡va a morir ahogado por un huevo! En el último momento, apenas sin fuerzas, logra clavar una bota en la tierra, darse la vuelta y salir boqueando de la clara del huevo. Por cierto, ahora que lo piensa, no ha visto la yema. El silencio se rompe por un ruido atronador que hace temblar la tierra. Horacio, impregnado por la viscosidad del huevo huye despavorido hacia su coche sin mirar atrás.
   El despertador suena a las 7:00 de la mañana. Horacio se levanta como un resorte, sin pereza, lleno de vitalidad y con una erección de campeonato. Hoy si va a trabajar, no quiere más paseos por la naturaleza como el de ayer. Se mira en el espejo y no se reconoce. ¡Increíble! , piensa sonriendo.

                                                                                        

5 comentarios:

  1. Una pesadilla así es un incentivo para alejarse de la naturaleza. Que puede ser hostil.

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  2. Pues no sé yo si por quitarme cuatro arrugas pasaría por esa pesadilla, jajaja! Muy bueno ese humor ácido y pringoso, Charo. Feliz domingo.

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  3. Lo vuelvo a leer y siento otra vez esa renovación que se produce en el prota tras ese pringue que le pone la mascarilla. Oye, si es tan bueno mañana llamo para decir que estoy enfermo y me voy al mar de Ontígola, a ver si hay un huevo gigante y me aplico esa macro-mascarilla, jeje.
    Besos.

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