Esta historia está basada en un hecho real ocurrido en el metro de Madrid, pero podría haber ocurrido en cualquier otro. Lo único real es el hecho de que "un policía fuera de servicio se tiró a la vía del tren para salvar a una mujer", lo demás es pura invención.
L.E.L.O.
Es un día soleado de primavera. Nuestro protagonista Luis Ernesto
León Otero camina casi feliz hacia su casa, ajeno a los avatares que
convertirán su hasta ahora apacible vida en una montaña rusa.
Su felicidad no es completa debido a una ligera indisposición estomacal
que le impide desarrollar su trabajo con normalidad. Luis Ernesto es policía
nacional en una comisaría del barrio de Carabanchel en Madrid, y como es
natural no puede estar parando a cada momento el coche patrulla para buscar un
sitio donde poder evacuar. En sus seis años de servicio, es la primera vez que
se encuentra en un trance semejante, y ha tenido que soportar estoicamente el
cachondeo y las burlas de sus compañeros.
Desde que un listillo se dio cuenta de la palabra que formaban las
iniciales de su nombre, LELO, se ha convertido en el hazmerreír de la
comisaría. Tal vez influya su natural forma de ser tranquila, plácida, apacible.
O su apariencia física, 1´65 (estatura mínima para ingresar en el cuerpo desde
2007) complexión fuerte, cara aplanada con los ojos ligeramente saltones e
incluso esa especial capacidad para tropezar y darse golpes con todo lo que se
interpone en su camino.
Luis Ernesto empieza a correr cuando le quedan escasos metros para
llegar a su casa. Abre la puerta mientras comienza a desabrocharse el cinturón
y se introduce en el cuarto de baño a la vez que avisa a su mujer de que está
en casa. Pero Lola, ocupada en otros menesteres, no se da por enterada de su
presencia.
Sentado en la taza del váter, esperando a que su intestino se
tranquilice, Luis Ernesto escucha en la habitación de al lado unos ruidos que
identifica a la perfección. Dios mío, su mujer lo está engañando con otro. No
hay duda. No puede ser que esto le esté pasando. ¿Qué
puede hacer? Un sentimiento de rabia se apodera de él pero otro movimiento
intestinal le hace permanecer anclado a la taza. Los suspiros, jadeos, ruidos
del colchón y otros inidentificables se suceden. Qué situación más ridícula,
piensa, mientras el sentimiento inicial de rabia se va diluyendo. Siempre
pensó, cuando se casó con Lola, que había tenido mucha suerte en que una mujer
como ella se hubiera fijado en él. Demasiado le había durado. ¿Qué hago ahora?
Entro furibundo en la habitación y monto un escándalo o lo dejo correr a ver si
me lo cuenta. A lo mejor solo es una canita al aire. No puedo pensar con
claridad. Qué situación Dios mío. Parece de chiste. Mejor me voy a casa de mi
madre y lo pienso todo con calma.
Cuando sus tripas le dan un pequeño respiro Luis Ernesto sale de su casa
sin hacer ruido y sin mirar siquiera quién es el tío con el que se la está
pegando su mujer. Le da igual, seguro que es un tío alto, guapo y musculoso.
Camina cabizbajo y arrastrando los pies. Su madre vive a dos paradas de metro.
Mientras dobla la esquina del pasillo hasta las vías, no se da cuenta de que
uno de los cordones de sus botas se ha desatado. Se acerca hasta el final del
andén y la fatalidad hace que se pise el cordón con el otro pie y haciendo un
extraño movimiento se precipita a la vía. De pronto oye voces animándolo: ¡Vamos
vamos! ¡Corre! ¡Venga! Aterrado, se da cuenta de que más adelante una señora ha
caído también a la vía y que el tren viene hacia ellos. Reacciona con
celeridad, corre hacia la mujer que parece inconsciente. Todo ocurre muy
rápido, sin pensar la coge por las axilas y la lleva hasta la vía que queda
libre. El tren ha conseguido parar en el último segundo. Numerosas manos se
tienden hacia él y le ayudan a subir a la mujer al andén. Después sube él, está
aturdido, la gente lo felicita ¡Es un héroe! ¡Le ha salvado la vida! ¡Qué
valor! ¡Es un ángel!
A partir de aquí todo sucede como en un sueño, televisión, radio,
periódicos, internet. Todos creen que se lanzó a por la mujer, en las cámaras no se ve bien lo ocurrido
porque alguien lo tapa, y por supuesto no va a ser él quien lo desmienta. En
cuanto al asunto de Lola, de momento lo va a dejar pasar. Hay muchas jovencitas
encantadas de acostarse con un héroe.
Las fotos han sido realizadas por mi hijo Mario en nuestro viaje a Londres.
Nos debías el resto de la historia y me alegro de que nos la hayas contado. Como ya te he dicho te enlazo con el resto de amigos jueveros, así conocerán la Verdadera Historia de L.E.L.O.
ResponderEliminarTe invito a un tintito de verano, como a Manuel, por la hora en que hago tu enlace.
Besos.
Leonor
Pobre LELO, ya le he tomado cariño. Se merecía un triunfo así, aunque se debiera a circunstancias tan poco narrables.
ResponderEliminarY menuda impotencia trasmites en el cuento, eso que escucha y debiendo atender a la llamada de su intestino ...
Besos y felices vacaciones.
¡que historia sorprendente y sorpresiva en su final! Pero LELO no podrá ocultar ante si mismo un sentimiento de infeliz por mas que lo rodeen jovencitas.... Saludos Charo
ResponderEliminarEs como si alguien planeara una compensación a lo que sale mal. Si no se merecía ser aclamado como un heroe, menos se merecía que se burlaran de su estatura. Ni el chiste de una sigla casual.
ResponderEliminarY no desdeñaría el efecto de la admiración de las jovencitas. Tal vez hasta una de ellas llegue a valorarlo.
Historia curiosa. Oí lo del policía; pero si hubiera sido así, vaya cúmulo de casualidades. Es una verdadera tragicomedia.
ResponderEliminarUn abrazo
Yo creo que ese hombre es honrado y diría lo del cordón. Un beso.
ResponderEliminar¡Vaya historia sorprendente y al mismo tiempo plagada de casualidades. Que pena de Lelo. Besitos
ResponderEliminarPienso como Fabian, dibujas a Lelo de forma que seguro sacara a todos del equivoco, aunque no creo que cuente el porque estaba en el metro, claro.
ResponderEliminarUn beso
L.E.L.O. estuvo en el lugar y el momento correctos (la forma como llegó es lo de menos) lo que hizo cuando se enfrento a la circunstancia (arrastrarse y poner a salvo a la dama) es lo verdaderamente heroico. Lo que vino después (la fama) es el rédito por su acción.
ResponderEliminarResumiendo: Sin importar las apariencias, nadie sabe realmente lo que vale mientras el destino no lo ponga a prueba (aunque sea por azar del destino) y nadie sabe lo que puede ganar o perder si acaso no sabe aprovechar su oportunidad (y nuestro amigo si que aprovechó su momento de gloria).
L.E.L.O. resultó siendo mejor de lo que muchos creían y obtuvo más de lo que nadie pensó. La vida lo puso a prueba (gracias a sus cordones) y pasó el examen. La suerte le dio una oportunidad (la gloria del héroe) y también la aprovechó.
Me encantó tu relato (y las fotografías también).
¡Saludos!
No hay mal que por bien no venga, es lo que dice el refrán y en el caso de LELO, se puede aplicar en su totalidad. La fatalidad lo enfrentó ante una situación dramática y tuvo el arrojo suficiente para actuar con celeridad y eficacia poniendo en riesgo su propia vida. ¿Importa demasiado cómo acabó caido en las vías?. Tal vez no hubiera sido capaz de no haberse caido pero sucedió así y lo importante es que actuó (al menos así lo creo), como un heroe. Honores, por tanto, más que merecidos.
ResponderEliminarUn abrazo.
Hola Charo, no podía dejar sin comentar tu relato. Me ha encantado en general. Además tiene un final feliz para el pobre infeliz. El título es genial. Sigue así. Besos
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