FUNDIDO EN BLANCO
Despierta bruscamente. Algo le
oprime la garganta. El corazón le late desbocado. Tarda unos segundos en
reaccionar. Está tumbada en el sofá. Se ha quedado dormida viendo la tele. Los últimos
rayos de sol se cuelan por la persiana a medio bajar. La sensación de angustia
continúa a pesar de saberse a salvo. Se levanta, va a la cocina y se toma un
tranquilizante.
Desde su
adolescencia Amanda es adicta a los antidepresivos y ansiolíticos. Hace un mes
que visita a un psicólogo. Cada sesión con él es un suplicio, intentan buscar
recuerdos en su infancia pero antes de los siete años no recuerda nada de nada.
Sabe que ha nacido en España, pero sus padres adoptivos la trajeron a Londres
donde vive sola en un apartamento. Pero no es feliz. Algo en ese espacio en
blanco se lo impide.
Coge la
chaqueta y sale a dar un paseo. Son las seis de la tarde pero ya es de noche.
Caminar le sienta bien. Una foto de una playa y una oferta en el escaparate de
una agencia de viajes llaman su atención. En un impulso entra y contrata el
viaje. Su madre no estará de acuerdo pero no le importa.
A esa hora la playa está casi vacía, no hay
ninguna nube. En el Acantilado de los Gigantes, al sur de la isla de Tenerife,
el sol está asegurado 350 días al año, según la guía que está leyendo. Mira a
su alrededor buscando el candidato perfecto para que le saque una foto con la
pared volcánica al fondo. El señor del bañador amarillo le parece adecuado.
-¿Sabía usted
que en tiempos de los guanches este acantilado se llamaba “La Muralla del
Infierno”? le dice el hombre mientras le devuelve la cámara de fotos.
La lluvia la
recibe en el aeropuerto de Heathrow. Apenas pone un pie en el suelo y ya echa
de menos el sol.
Por la
noche decide ver las fotos en el ordenador. Sonríe mientras las imágenes se
suceden con un clic: El Teide, Masca, Garachico…y la foto de la playa. Aparece
ella, pero a su lado hay una niña pequeña que le está cogiendo la mano. Su
corazón se acelera y le cuesta respirar. La niña es igual que ella cuando era
pequeña. ¿Qué es esto? No había nadie con ella en la playa. Pero no hay duda,
sus ojos no la engañan. Intenta respirar hondo. Seguro que hay una explicación,
se dice. Pero algo se dispara en su mente. Dos niñas jugando con arena negra,
un barco, una mujer morena, una cueva. ¿Son recuerdos?
Una idea
se introduce en su cabeza. Coge el teléfono y marca un número. Una voz
adormilada contesta.
-Amanda,
hija, ¿pasa algo?
- Tengo
que preguntarte una cosa y por favor no me mientas.
-Pero hija, ¿qué te pasa? ¿Por qué estás tan
alterada? Tranquilízate.
-Mamá,
¿tenía yo una hermana gemela?
-Pero…
-Por favor
mamá ¿Tenía yo una hermana gemela?
-Sí, dice
entre sollozos su madre.
-¿Qué pasó
con ella? ¿Dónde está ahora?
-…………………………………………………..
-¡Contesta!
-Murió.
-¿Cómo?
-…………………………………………………
- Dime,
mamá, necesito saber.
- Teníais
tres años. Tu madre no estaba bien, se volvió loca. Cuando nacisteis no quiso
amamantaros, decía que no erais sus hijas. Pasó un tiempo en un hospital
siquiátrico pero salió y parecía recuperada. Un día mientras tu padre estaba de
viaje os llevó a las dos a una pequeña cala en los acantilados, a la que solo
se puede acceder por barco. Antiguamente se celebraban allí misas negras con
sacrificios humanos.
-…………………………………………………
-Tranquila,
mamá, sigue.
-
Estranguló a tu hermana pero tú conseguiste escapar. Nadie sabe cómo. Unos pescadores te recogieron inconsciente
sobre una colchoneta hinchable. Tu madre apareció muerta junto a tu hermana.
Amanda pulsa la tecla roja, el teléfono cae
de sus manos y su niñez comienza a llenar su espacio en blanco.
Me recuerda a la pelicula Dark water.Pero el relato está más logrado.
ResponderEliminarLa verdad es que no he visto la película pero tomo nota para verla. Gracias por tu comentario. Bs
EliminarDevoré letra a letra tu relato. Pienso que frente a la verdad, cada vez serán menos los antidepresivos....
ResponderEliminarun fuerte abrazo