MÁS TRANQUILA
Cuando abrió la puerta, la vieja
gritó: ¿quién anda ahí? No le quedó más remedio que quitarse el gorro que
llevaba puesto y metérselo en la boca para que no gritara. Esto no estaba
planeado pero ya no podía volverse atrás. Le ató las manos y los pies con una
cuerda que había metido en la mochila por si acaso. Encontró la lata de
galletas de mantequilla pero solo había fotos, no estaban ni las medallas ni
los pendientes ni las pulseras. Le sacó el gorro de la boca para preguntarle
dónde estaba el oro pero la abuela no respondía, no respiraba, estaba muerta
¡me cago en sus muertos! ¿Cómo es posible? Seguro que ha sido un ataque al
corazón ¡hostia puta! Revolvió todo el armario, vació los cajones de la cómoda,
miró debajo de la cama, pero no había nada. Te digo que tiene un montón de
cosas de oro, le había dicho Dani, mi madre quiere que las guarde en un banco
pero ella no quiere, ya sabes, la gente de antes…Ahora el oro vale mucho tío,
lo he visto en la tele, la crisis ha hecho que aumente muchísimo su valor…yo te
haré una copia de la llave que tiene mi madre…está chupado tío, mi abuela
duerme como un tronco por las pastillas que se toma, no se enterará de nada.
Pero todo había salido mal, seguramente la vieja había olvidado tomarse
las pastillas. Le quitó la cruz y las dos medallas que llevaba colgadas al
cuello, pero los anillos no salían, ¡a saber cuánto hacía que los llevaba
puestos! Sus manos estaban hinchadas y deformadas por la artritis. Primero
probó con jabón pero el truco solo le sirvió con el anillo de la mano
izquierda, la alianza de la mano derecha no salía de ninguna manera, estaba
incrustada en la carne. Buscó en la cocina un cuchillo afilado. Está muerta, no
se va a enterar de nada, ya estoy metido en la mierda hasta el fondo así que qué más da ¡mecagoenlaputa! Cortó el dedo por
la articulación, lo envolvió con el
gorro y se lo guardó en el bolsillo.
Cuando Dani se levantó sus padres desayunaban en la cocina.
-¿Sabes?, decía su madre, al final convencí a la abuela para guardar las
joyas en el banco, ayer me das dio, hoy mismo las llevaré, así estaré más
tranquila.
Escalofriante relato con sorpresa final... Un beso.
ResponderEliminarUn cúmulo de desastres llevados por la fiebre del oro, nada resulta previsible y destino o fortuna se burlan con una risa amarga.
ResponderEliminarMe has sacudido con este relato muy bien escrito, felicitaciones y un beso áureo verdadero.
Que buena historia, engancha desde el principio. Te pone los pelos de punta pensar que es demasiado real y habitual. Besote
ResponderEliminarCon lo que se quiere a los nietos y cómo pagan a veces...pobre vieja, que cruel es la vida.
ResponderEliminarEl relato es magnífico, engancha desde las primeras palabras.
Un beso.
Tremenda historia Charo, terminé de leerla y me recorrió un escalofrío en todo el cuerpo. Cómo se puede ser tan frío, tan ambicioso, tan asesino? Creo que lo peor es que estás cosas suceden en la vida real como si nada.
ResponderEliminarUn beso enorme.
Hasta donde llega el afán por tener dinero? Hay delitos como este, que ni con 100 años de prisión se castigan.
ResponderEliminarMuy buena la historia.
Bss.
Escalofriante. Y tal y como iba la historia hubiera jurado que el oro de la abuela eran sus preciadas fotos.
ResponderEliminarUn beso
Ufff! Lo que puede la ambición. La deja a una con los pelos de punta. Tanta frialdad, puede parecer cosa de cuentos, sin embargo bien sabemos que cosas así suceden. Al final, todo para nada.
ResponderEliminarUn gran relato!
Besos!
Gaby*
Una historia truculenta que no se aleja demasiado de las que a diario vemos en los informativos de la tele. Terrible época vivimos, donde un anillo vale más que un dedo, un puñado de oro, se cotiza mejor que el amor de una abuelo...
ResponderEliminarUn abrazo
Por favorrrrrrrrr, miedo da de leer esa historia.
ResponderEliminarUn caso parecido a los que vemos en los periódicos, tan a menudo. Muy bien dramatizado. Pone los pelos de punta.
ResponderEliminarBesos!
¡Madre mía hasta donde llega la ambición! Pobre abuela; pero estos casos se dan por desgracia.
ResponderEliminarUn abrazo
¡Hostia Puta! ¡Que bien llebao!
ResponderEliminarDeseperaditos estaban los chabales por vender las joyas.
Crudo, pero muy bien narrado.
Un abrazo.
me encanta, me encanta el final...inesperado hasta ...
ResponderEliminarpor ello, mi enhorabuena...
medio beso.
Dura historia, que puede suceder aunque a veces no lo sepamos. El final cambia el rumbo de la lectura. Un beso.
ResponderEliminar!Ten nietos para esto! dura historia, pero tan bien contada...
ResponderEliminarUn abrazo.
Glubs. Tremenda historia. Vaya par de animales descerebrados.
ResponderEliminarMe he acordado de un cuento de Alberto Moravia en que los ladrones, desesperados por no encontrar el oro que esperan, tratan de robar el diente de oro de su víctima y salen corriendo aterrorizados porque el muerto les ha mordido.
Besos.
Enganchada hasta el final de la historia. Y luego dicen que los nietos son especiales para los abuelos...Yo no quiero nietos.
ResponderEliminarUn abrazo.
Un magnífico retrato de la iniquidad de la que es capaz el ser humano. Normalmente los abuelos y nietos se tienen afecto mutuo, pero las alimañas no conocen de afectos.
ResponderEliminarUn abrazo.
Muy bueno
ResponderEliminarme lo he leìdo de un tiròn!
ResponderEliminary aun estoy impresionada!
excelente!
saludos!
Muy bien relatado, Charo, tan real como duro y cruel.
ResponderEliminarLa crónica policial se alimenta todos los días de estos casos, donde ya no existe la piedad, el cariño, solo el maldito oro, seguro para hacer más miserable la vida y nada más.
Conmovedor.
Un fuerte abrazo.
Un ritmo en tu relato que va dejando sin aliento. Debe ser por la fiebre del oro que se borra cualquier esbozo de humanidad, de compasion y se juega con la vida como si nada.
ResponderEliminarBesos