Este jueves en principio nos convocaba Lucía del blog SINTIENDO EN LA PIEL aunque por motivos de salud ha tenido que cederle el testigo a Verónica del blog CENSURA SIGLO XXI.
El tema es los juegos de nuestra infancia. Dedicado a Lucía para que todo salga bien.
No
sé por qué lo hice, pero al final resultó ser la hazaña más recordada de toda
la escuela durante algunos años. Aún ahora, después de abandonar el pueblo, cuando voy a ver a mi
abuela, algunas de mis amigas que allí permanecen, me lo recuerdan.
No lo tenía preparado, me salió así, sin
pensar. Cuando Anselmo, el abusón repetidor de 4º me volvió a llamar cuatro
ojos por tercera vez esa mañana, le contesté furiosa:
―Pues sí, imbécil, pero así sería capaz de
ganarte al “gua” una partida, con cuatro
canicas, de una sola tirada.
Los tres tontos que siempre iban con él,
cómo no, empezaron a reírse.
― Cuándo quieras y dónde quieras―me
respondió.
― Pues aquí y ahora ―le dije de nuevo sin
pensar.
Al minuto, se formó un gran corro de chicos
y chicas a nuestro alrededor.
No era costumbre que las chicas jugáramos a
las canicas en el patio de la escuela. A
Doña Vicenta no le gustaba, decía que era un juego de niños, que lo nuestro era
la comba, la goma o el mique*. Pero yo sabía jugar a las canicas, y muy bien,
porque todas las tardes practicaba yo sola en la puerta de mi casa.
Dejé que hiciera el "gua" con el talón de su bota para que luego no
fuera diciendo que yo había hecho algún tipo de trampa. En un alarde de
estupidez o de valentía, todavía era pronto para saberlo, le dije que me jugaba
a una sola partida también las otras seis canicas que llevaba encima. Eran
todas preciosas, de cristal y me
encantaba mirar los colores que llevaban dentro, pero yo estaba imparable,
imbuida de una autoconfianza que ni yo misma sabía que tuviera. Anselmo, convencido de su superioridad y con el miedo
de parecer débil, aceptó la apuesta.
Fue increíble. A él le tocó tirar primero,
pero su bola no entró en el agujero, ni la primera ni las otras tres. Por el
contrario, las mías entraron todas con una limpieza fascinante. A partir de ahí
comencé a tirar y a darle a cada canica a la distancia perfecta: "media, cuarta,
pie y gua", " media, cuarta, pie y gua"...y así cuatro veces,
sin darle a Anselmo la más mínima oportunidad.
Acabé el día con el aplauso de todo el
patio y veinte canicas que aún conservo
en una caja como recuerdo de mi proeza. No volví a repetirla nunca más, pero al
menos Anselmo, cada vez que me veía, miraba al suelo avergonzado y yo no podía
evitar que una sonrisa de satisfacción
se dibujara en mi cara.
*Mique
(en mi pueblo se llamaba así al juego de la rayuela o escarranchete)
Las canicas son llamadas bolitas. Y al agujero del juego se lo llamó opi, vaya saber el origen.
ResponderEliminarBien que ese triunfo haya desmentido a ese estereotipo.
Saludos.
La historia tiene ese puntito de David contra Goliat que la hace tierna y, a la vez, nostálgica. De pequeño, yo era más de chapas. Felicidades.
ResponderEliminarUn abrazo.
jajajaja que bueno eso de ganar al brabucón. Yo tengo mala experiencia con las canicas de cristal pues jugué a cantar con una bola en la boca, luego con dos, luego con tres...hasta que me puse morada y por poco me ahogo jajajaja
ResponderEliminarBesosss
¡Hola! Pero qué divertido y tierno relato. Me encantó y que le ganará al final ha hecho que me gusté más todavía.
ResponderEliminar¡Un abrazo!
Que buen relato y eso de ganar al bravucon es la guinda del pastel, no me extrańa que en el pueblo aun se te recuerde, yo nunca supe jugar a canicas los niños no nos dejaban en su grupo. Besos.
ResponderEliminarMagnífico relato. La inteligencia sobre la fuerza.
ResponderEliminarUn beso.
Pero qué linda historia! concuerdo con José Antonio en que la historia tiene ese cariz de David contra goliat que nos hace inmediatamente ponernos felices por esa oportunidad que te dio el destino de reivindicarte frente a la torpeza del abusador. Qué bien se siente! y además, qué linda forma que encontraste para contarla, muy amena, gráfica y divertida. Nunca dominé el juego de las bolitas, pero mi hermano tenía algunas, de cristal, como las de la foto, bien bonitas.
ResponderEliminarUn fuerte abrazo
Solo te faltó, haber tenido unas bolas de acero, como las que yo me agencié de un mecánico amigo de mi padre. Para ese cometido hubiese sido , además , una sensación de poder y fortaleza.
ResponderEliminarYo las solía usar, cuando el contrincante era mayor o se lo hacía.
Besos.
Esas historias son las buenas, el debil gana al fuerte y creido, y así aprende la lección.
ResponderEliminarUn abrazo
Siempre me gusta cuando ganas los débiles, así que este cuento me deja muy contenta y satisfecha por tí y por haberte leído.
ResponderEliminar(chica mala, jajaja)
besos
Hola amiga Charo: EL bravucón debió de de escarmentar y desde aqeuel momento se guardaria muy mucho de menospreciar a una chica como tu. Me ha gustado tu historia que ademas lA has explicado muy bién
ResponderEliminarUn abrazo qrande.
Que gane el débil y cambie lo que es la tónica de La vida es raro, pero es posible, y eso es con lo que me quedo de lo que he leído...
ResponderEliminarNauthiz
Juan L. ha mencionado las bolas de acero. Yo las tuve y eran magníficas, más que las de barro o cristal. Me ha encantado leer cómo le bajaste los humos al gallito de turno.
ResponderEliminarUn fuerte abrazo.
Cómo me ha gustado Charo este juego y esta niña, decidida y peleona jajajaja, así se deja a esos abusones, con la mirada en el suelo.
ResponderEliminarUn abrazo y un disfrute tu texto.
Bien Charo por esa valentía , te la jugaste y ganaste y así demostraste que no por ser chica tenias todo el derecho a jugar a las canicas y hacer de ello una obra de arte.
ResponderEliminarAquí se demuestra una vez más que los juegos no tienen genero solo se juegan .
Precioso tú relato , Un fuerte abrazo
!Magnifica historia! me gusto esa determinación, que gusto que le hayas dado esa lección. De haber estado ahi tambien yo te aplaudiria con emoción, como lo hago ahora por tu relato.
ResponderEliminarBso
Es una buena lección que el que parece pequeño da al que se cree grande para invitarle al respeto hacia los demás.
ResponderEliminarEn nuestros días faltan ese tipo de lecciones.
Besos, compañera.
Madre mía qué recuerdos el guá...todo el patio del colegio pasaba a ser un campo de batalla lleno de agujeros para las canicas...y ese trapicheo de colores, las canicas, los bolos (que eran los gordos)...qué buen relato...
ResponderEliminarBesos
Madre mía qué recuerdos el guá...todo el patio del colegio pasaba a ser un campo de batalla lleno de agujeros para las canicas...y ese trapicheo de colores, las canicas, los bolos (que eran los gordos)...qué buen relato...
ResponderEliminarBesos
Imagino que fue un buen momento grato para ti, Charo... . Yo eso no lo he vivido, pero me encanta haber ido contigo hacia esa época.
ResponderEliminarGracias,
Noa