Una mañana cuando iba a trabajar, María
Luisa se encontró al hombre de su vida en las escaleras de acceso a su garaje
comunitario. Al principio no reparó en él, pensando que era una gran pelusa,
pero algo en su inconsciente le hizo volver atrás para comprobar que no, que no
era una pelusa sino una rana de color marrón y que además estaba viva. En ese
momento, dada su natural tendencia a llegar tarde a trabajar, no pudo pararse
con ella, sin embargo, su imagen no se le fue de la cabeza en todo el día. ¿Te
imaginas que fuera lo que siempre he estado esperando?, se decía una y otra
vez. ¿Y por qué no? Le respondía la vocecita optimista que siempre se colaba en
su cabeza.
Desasosegada por estos pensamientos María
Luisa no daba pie con bola en su trabajo, recibiendo continuas broncas del jefe
de cocina.
¡María Luisa!, ¿es que no ves que le estás
echando azúcar a la ensaladilla? ¿Es que no ves que se te pegan las lentejas? ¡María
Luisa!, ¡María Luisa!, ¡María Luisa! ¿Pero en qué estás pensando mujer?
María Luisa llegó a tal extremo de nerviosismo
que no le quedó más remedio que fingir un malestar repentino y largarse a su casa a buscar al príncipe.
Cuando llegó al garaje, iba rogando a Dios
que la rana continuara en el sitio donde la dejó, esperándola.
En su lugar, encontró al nuevo jardinero de
la comunidad con una rana muerta colgando de su mano por una patita, o para ser
precisos, por un anca.
Del disgusto, María Luisa cayó desmayada y
el jardinero, que acababa de hacer un curso de primeros auxilios le hizo el
boca a boca .María Luisa, que en sus cuarenta años de espera no había sido besada por nadie,
sintió que, Agapito, que así se llamaba el jardinero, no sería un príncipe,
pero seguro que besaba de maravilla.
Algo extraño había en el ambiente porque
Agapito, hombre rudo y poco amigo de relacionarse con nadie, sintió también un
no sé qué y un qué sé yo, que le hizo continuar la maniobra de reanimación más
tiempo del necesario.
Un mes más tarde Agapito y María Luisa
entraban en su nuevo hogar como marido y mujer. Una rana disecada subida en una
rama, les dio la bienvenida en el pequeño mueblecito del recibidor.
Si queréis leer todo los relatos participantes pinchad Aquí
Me ha encantado la sencillez y cercanía del relato, es imposible no disfrutarlo de principio a fin. Opino que tiene potencial como tema para una canción.
ResponderEliminarUn abrazo, compañera.
Y cada uno que entrara en la casa preguntaría ¿qué hace ésto aquí?, señalando la rana del recibidor y entonces se repetiría la historia de lo suyo. Lo cual no está nada mal, porque me ha encantado.
ResponderEliminarBesos.
Me ha encantado la forma y muy buena la inspiración.
ResponderEliminarUn beso.
Es curioso como una ilusión algo muy falso la llevó a una realidad.
ResponderEliminarUn rustico jardinero y una cocinera. ¿Por que no?
Bien contado.
Un abrazo.
Pues sí que era su príncipe azul, jajajaja
ResponderEliminarSu sueño con la rana no se cumplió. Afortunadamente, la realidad del jardinero,(que estaba donde debía), besos incluidos, fueron determinantes para la felicidad de María Luisa.
ResponderEliminarUn beso.
Conviertes el clásico infantil en una fábula sobre la inexistencia de los príncipes azules y eso, amiga, aparte de tu natural facilidad para el ritmo narrativo, es para enamorarse... de tus cuentos.
ResponderEliminarUn abrazo.
Oh, que divertido. Me ha gustado mucho
ResponderEliminarUn saludo
Magnífico giro el que le has dado a la historia de la rana. Me ha gustado mucho Charo.
ResponderEliminarUn fuerte abrazo.
Que linda narración, muy ingeniosa, Charo. Esa ranita de una forma u otra se asemeja con la misma circunstancia de lo ficticio. Al final el dicho príncipe apareció en su vida de carne y hueso, cierto?
ResponderEliminarBeso
Que linda narración, muy ingeniosa, Charo. Esa ranita de una forma u otra se asemeja con la misma circunstancia de lo ficticio. Al final el dicho príncipe apareció en su vida de carne y hueso, cierto?
ResponderEliminarBeso
Qué bien que hizo María Luisa en escuchar lo que le dictaba el corazón!!!
ResponderEliminar=)
Muy original y divertido tu relato
Un abrazo
Bueno, no hay mal que por bien no venga, gracias a la rana conoció a Agapito.
ResponderEliminarMe gustó.
Un abrazo
JAJAJ VAYA QUE ORIGINAL Y BUENA HISTORIA PARA ENCONTRAR EL AMOR
ResponderEliminarQué nunca sabemos dónde nos está esperando la magia,que la magia existe si queremos que exista..en cualquier momento y disfrazada de cualquier cosa.Eso me llega de la frescura de tu relato.
ResponderEliminarNauthiz
Muy original e ingenioso tu relato juevero, Charo, me ha encantado.
ResponderEliminarFelicidades de nuevo por haber sido la anfitriona de esta semana.
Un beso.
¡Oh! Y mira que al final la rana sí la llevó hasta su príncipe azul.
ResponderEliminar¡Un abrazo!
Me ha encantado Charo! Me gusta que a Maria Luisa se le haya salido la cuestión del estereotipo de los cuentos, ¿a que estaba dispuesta a besar una rana???
ResponderEliminarAbrazo juevero
Ese cuento se llamaría..Salvados por una rana...o casados, que es igual...Que fin tan de cuento de hada...Maria Luisa se salvo de haber besado a la rana, porque si Agapito la ve...olvidate del tango...se da media vuelta y nada de matrimonio...besosss...una historia encantandora
ResponderEliminarUna historia preciosa y sencilla, llena de fantasía y candidez, me encanta el cuentecito, besos.
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