Esta es mi aportación a la convocatoria. Puedes leer más relatos participantes AQUÍ
"Mi niño desapareció una noche
y yo sé que fueron ellos. Ellos se lo llevaron. Hacía tiempo que lo buscaban.
Yo lo sé. A veces me levantaba de madrugada y encontraba a Daniel sentado en el
porche, mirando al cielo. Solo tenía siete añitos. Los médicos decían que era
sonámbulo, pero yo sé que no era eso. No me diga que por qué lo sé porque no
sabría explicárselo. Había algo en su mirada que parecía encerrar otros mundos,
como si toda la inmensidad del universo pudiera concentrarse en sus profundos
ojos azules. Yo lo conducía de nuevo a la cama, con cuidado de no despertarle
aunque sus ojos estuvieran abiertos.
Mami, me dijo una vez, no estés triste,
tengo que irme con ellos pero nunca te olvidaré. Cerró los ojos y se quedó
dormido. Y le creí, y una tristeza infinita se apoderó de mi corazón.
Aquella noche, cuando desperté, supe que
había ocurrido lo inevitable. Los sonidos
habituales de una noche de verano habían dejado de oírse. Una verdosa
claridad entraba por la ventana. Bajé las escaleras a toda velocidad pero
Daniel ya no estaba en el porche. Solo acerté a distinguir una estrella más
intensa de lo normal que se alejaba en el infinito”.
Sofía
vuelve a sumirse aquí en su habitual mutismo.
La desaparición de Daniel Fernández, de
siete años, copó toda la información de los medios de comunicación durante un
tiempo. Se barajaron multitud de teorías, se interrogó a numerosos vecinos del
pueblo, Policía y Guardia Civil investigaron el caso pero el niño no apareció,
ni vivo ni muerto.
Su madre perdió la razón y aún hoy,
ocho años después, permanece ingresada en el hospital psiquiátrico de
Ciempozuelos (Madrid). El caso ha pasado a formar parte de la base de datos de
la policía dentro de los 100 casos de la carpeta “desapariciones inquietantes”.
Ay que inquietante tristeza me produjo tu relato, a veces la locura es el camino mas corto para entender.
ResponderEliminarUn beso
La locura siempre al acecho, esperando a que nuestra debilidad aparezca para entonces aferrarse a nuestra mente. Lo que no se es cómo no se ha vuelto loco el niño este de tus relatos ¡le pasan unas cosass!
ResponderEliminarUn comentario anterior parece citar al Joker, para quien la locura es la única respuesta cuerda a la realidad.
ResponderEliminarEncima que no pueden ayudarla, la internan, una forma de tenerla prisionera.
Uuufff!!!
ResponderEliminarbien traumatice para la madre y toda la familia y a la vez muy triste, quizás su hijo, realmente no era su hijo, tal vez era parte de ellos
Una gran historia completamente posible Charo.... Muchos saludos y tu idea ha sido muy buena!
ResponderEliminarMuy bueno...además muy bien expresado ese asumir el destino que tiene la madre, a pesar de lo cual no se resigna...magnífico como siempre.
ResponderEliminarBesos y gracias.
Estremecedor relato, Charo. Una fusión entre la ficción y la realidad. He leído historias de esta índole, y la verdad te erizan la piel. Pobre, quien podra consolar su corazónde madre.
ResponderEliminarUn beso
Sí que es inquietante, sí...
ResponderEliminarTu relato explicaría muchas desapariciones misteriosas...
Muy bueno!
Un beso!
Qué dolor tan grande el de la madre con la desaparición de un hijo... No queda más camino que la locura....
ResponderEliminarNauthiz
ahhhhhhhhh...me has dejado helada, inquieta y muy triste al pensar en esa madre sufriendo por su hijo que irremediablemente perdió.
ResponderEliminar=(
Muy bueno! Si algún día vuelve el niño, quizás siga siendo niño, ya que en el espacio el tiempo pasa diferente.
ResponderEliminarY es que los niños siempre dicen la verdad. ¡Y su madre le creyó! La separación entre ambos fue traumática pero no creo que fuera para tanto jejeje. Seguro que, teniendo en cuenta lo inquieto que es un niño de siete años, lo acaban devolviendo.
ResponderEliminarUn besote