Hacía tiempo que tenía lagunas en su memoria, principio de demencia
senil, le habían diagnosticado. Resultaba muy duro para él que siempre había
presumido de su excelente capacidad para recordar momentos, fechas y números de
los que nadie más se acordaba. En sus momentos de lucidez, cada vez menos
numerosos, intentaba escribir un diario de los acontecimientos de su vida.
Anotó cuándo y cómo conoció a Isabel, su amada esposa, que lo había
abandonado hacía un par de años obligada por un cáncer fulminante. Por deseo
del destino no habían tenido hijos, un hecho triste que había ensombrecido su
matrimonio hasta el punto de haber sumido a Isabel en una eterna melancolía.
Había aceptado la invitación de su hermana Luisa, también sola, de irse a vivir
con ella a Londres hasta que la enfermedad lo obligara a ingresar en una residencia.
Le gustaba pasear por el Puente del Milenio y se pasaba las horas muertas
mirando los barcos que surcaban el Támesis. Fue en uno de estos paseos, al
observar los candados que los jóvenes colgaban en los cables del puente, donde
uno le llamó poderosamente la atención, no por los nombres sino por los dos
corazones unidos. Un fogonazo se infiltró con nitidez en su cabeza. La espera
en una clínica abortista, la inmensa tristeza y desolación en sus jóvenes
rostros, sus manos colocando el candado que sellaría su amor para siempre e
impediría que se perdiera en el olvido. Ahora lo recordaba, había sido aquel
aborto mal practicado en su juventud lo que había impedido a su esposa tener
hijos. Un inmenso dolor traspasó su corazón al recordar este hecho que decidió
no anotar en el diario, confiando en que permaneciera siempre en el olvido, de
donde nunca debió salir.
Pues sí a veces es mejor no recordar.
ResponderEliminarEn ese caso le venía muy bien el recurso del olvido. Pero la memoria nos juega malas pasadas apareciendo a doler cuando no la llamamos, amiga Charo.
ResponderEliminarMuy buen relato.
Ah, olvidé decirte que ya había publicado ayer. Un besito y un cafelito.
Hay cosas que deseariamos olvidar y por desgracia siempre está ahí y otras entran en el pozo del olvido.Fue buena idea lo del diario.
ResponderEliminarPrecioso tema esta semana
Un abrazo
Todos cometemos errores en la vida, pero hay algunos que nos dejan huella perenne y que es imposible olvidar. Bonita entrada Charo. Recibe un fuerte abrazo.
ResponderEliminarTremendamente triste tu relato, muy triste. Vamos, que intentas meterte en la piel del protagonista y es para desear tirarte al Támesis y acabar con tanto sufrimiento. Por lo demás, está tan bien narrado tu relato que la pena del protagonista se hace muy palpable. Enhorabuena.
ResponderEliminarUn beso
un relato muy real el tuyo,.Hay cosas imposibles de borrar Charo. Saludos....
ResponderEliminarGracias Lao. No consigo enlazar tu relato, ni siquiera verlo, no se qué problema hay. Intenta mandarme el enlace otra vez (el que me mandaste me dice que no existe).Lo siento mucho.
EliminarAsí son los recuerdos que acuden para hacernos sufrir y otras veces queremos evocarlos y se niegan a emerger.
ResponderEliminarBesos.
Tienes mucha razón... hay cosas que sería mejor no recordar nunca y esa es una experiencia muy dura.
ResponderEliminarEnhorabuena por tu jueves guapa!!
Besos!
¡Caramba! Un recuerdo amargo el que le llegó al ver los candados. Una duda ¿ya sabía que esa había sido la causa o lo dedujo al recordar aquello?
ResponderEliminarEn todo caso, triste relato y esa paradoja de tener un recuerdo que borrar cuando se están borrando los recuerdos.
Besos.
Ya sabía que esa había sido la causa pero su mente decidió olvidarlo hasta que el recuerdo se infiltró con la imagen del candado.La vida es muy paradójica a veces!
EliminarA veces estos olvidos son autoengaños para seguir viviendo. Pero en estas cuestiones es mejor perdonarse a uno mismo por los errores. Triste y meláncolico el relato, pero me ha gustado.
ResponderEliminarUn beso
Un recuerdo que fue tan traumático que quedó escondido en lo más recóndito de su memoria. El candado le iluminó por un momento y le trajo el por qué de su melancolía, y de su amada pareja. Buen relato Charo. Besis besis
ResponderEliminarvaya que los recuerdos verdaderamente matan aunque digamos que se han de olvidar...
ResponderEliminarvaya que los recuerdos verdaderamente matan aunque digamos que se han de olvidar...
ResponderEliminarHay recuerdos q deberían quedar en ese oscuro cuarto q todos tenemos cerrado...
ResponderEliminarBuen relato hermana
Buenísimo relato, me encanta tu forma de escribir y de contar los acontecimientos, eres realmente buena
ResponderEliminarBuenísimo relato, me encanta tu forma de escribir y de contar los acontecimientos, eres realmente buena
ResponderEliminarQue hermoso tratar de hilvanar los recuerdos cuando ya la mente es como una red por donde se escapa lo vivido.
ResponderEliminarUn beso
Lástima de paseo. No acabó muy bien...
ResponderEliminarMe ha gustado mucho la forma en que lo has relatado. Leído de tirón y haciendo sentir lo mismo que tu protagonista a lo largo de la historia. Muy buen trabajo.
Un abrazo.
Lupe
Que duros son tus relatos Charo, este en especial me pareció magnífico en su redacción y su desencadenamiento final.
ResponderEliminarTe felicito. Un beso enorme.
Original y curiosa circunstancia, de la que se deduce que la memoria es selectiva y recuerda aquello que quiere recordar, al margen de que esté o no escrita en un diario.
ResponderEliminarMuy bueno.
Besos
He visto esos candados y he visto la culpa en las mujeres que han tenido que recurrir a esa practica, algo que solo s eolvida a base de dolor, de desesperación y de penar por vida. Precioso. Un beso y felicidades por tu conducción
ResponderEliminarHay escondites en nuestra memoria donde guardamos lo que no queremos recordar por que el dolor es mayor de lo que se puede soportar... tal vez sea mejor que siga en el olvido, aunque puede que ya sea imposible,
ResponderEliminarBesos
La memoria selecciona lo que quiere y nos pone las trampas a pura voluntad. Tu relato nos lleva por un derrotero amargo y duro, y nos envuelve en la historia con toda intención y buen resultado.
ResponderEliminarun fuerte abrazo. besos!!!
ay, ay, ay! qué enorme tristeza se escapa de este relato que se empeña con los laberintos de la mente impecablemente.
ResponderEliminartan impecablemente, digo.
besos